La supervivencia de muchas de las pequeñas empresas biotecnológicas españolas está supeditada al desarrollo de una tecnología que proporcione a las grandes multinacionales farmacéuticas un servicio que facilite sus casos de éxito. Durante la pasada feria de BioSpain, muchas pymes biotecnológicas aprovecharon el marco para establecer contactos y presentar sus innovadores proyectos. Uno de los casos más sonados fue el de Breca Healthcare, que dispone de una tecnología que permite hacer bioimpresiones de tejidos en tres dimensiones. Una de las aplicaciones prácticas de este avance es acelerar el tiempo de desarrollo de fármacos, que en la actualidad ronda los diez años, dependiendo de la complejidad de la molécula.
Algunas compañías ya se han interesado por esta tecnología y han llamado a la puerta de esta biotecnológica para ver el uso que pueden darle en las primeras fases de desarrollo de sus moléculas. Se trata de una puerta abierta a la ingeniería tisular y la organogénesis, dos conceptos que ofrecen oportunidades en la fabricación de los tejidos necesarios en las fases de investigación de un nuevo fármaco. Las tesis propuestas por esta empresa fueron recogidas por el Texas Heart Institute, que explicó mediante su representante, Luiz Sampaio, que “estás tecnologías también son el paso para el transplante de órganos”, si bien advirtió de que la falta de financiación es un escollo importante.
Además de los servicios que las pequeñas biotecnológicas pueden ofrecer, también hay ejemplos de desarrollos de moléculas que llaman directamente la atención de grandes farmacéuticas. Es el caso de Oryzon, quien licenció dos moléculas a Roche por valor de 21 millones de euros. Esta cifra, además, podría llegar a los 400 dependiendo de hitos de comercialización.
Casos de éxito de las ‘biotech’
Compañías como Vivia, Bioncotech o Artax también han iniciado una carrera estelar a partir de servicios que ofrecen a las grandes farmacéuticas. En el caso de la primera, el proyecto se concretó en 2007 con el desarrollo de una plataforma tecnológica (Exvitech) que consigue determinar cuál es el tratamiento (abarca un abanico de 2.000 opciones terapéuticas) óptimo para los pacientes con distintos tipos de cáncer hematológico a través del análisis de una muestra de sangre. El comprador principal de este dispositivo, hasta la fecha, es la propia administración sanitaria, de modo que se pone al servicio de los profesionales una herramienta que ayuda a determinar la eficacia y seguridad de un fármaco, y además, al compararlo con otros, establecer cuál es el más efectivo.
Por su parte, tanto Artax como Bioncotech se dedican a la investigación y desarrollo, máximo hasta la fase II, de medicamentos para las enfermedades oncológicas (BO 110) y autoinmunes (primer fármaco que modula la respuesta inmunitaria a nivel de TCR). La salida comercial de sus moléculas está clara. Ellos inician la investigación, van despejando dudas, y luego las venden a las grandes farmacéuticas. De ahí que se hayan fijado en la oncología y las enfermedades autoinmunes, áreas que, como indicaba IMS Health en su informe ‘Innovation in cancer care and implications for health system’, estarán en el top-five a nivel de mercado en los próximos años.