La receta para evitar que la investigación en el sector farmacéutico siga retrocediendo como consecuencia de las reducciones de presupuesto se tendrá que basar en fórmulas de colaboración público-privada en las que se asuman riesgos y éxitos compartidos. Con esta conclusión se cerró la reunión de expertos que abordó este tema en el Café de Redacción que hace unos días se celebró en la sede del Grupo Contenidos de Salud, que contó con el patrocinio de Lilly.
En este encuentro participó la directora del Área de Investigación y Estudios Sanitarios de la Agencia Laín Entralgo de la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Susana Morte; el vicepresidente de Desarrollo de Negocio de la compañía farmacéutica Lilly, Javier García; el representante del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), José Luis Marco, los investigadores del Centro Nacional de Investigación Oncológica (CNIO), Manuel Hidalgo y Joaquín Pastor, y Julio Álvarez-Builla, promotor y consultor de la Planta Piloto de Química Fina de la Universidad de Alcalá.
La influencia negativa que está teniendo la crisis económica en la I+D+i fue la idea que abrió el debate. Esta coyuntura de “financiación anémica” es muy “preocupante”, en palabras de García. “Si no reaccionamos, en dos años podemos ver la quiebra completa de empresas del sector, que ya está descapitalizado”. “Los extranjeros no vienen aquí a buscar oportunidades y los talentos se van y se llevan las ideas porque no hay alternativas”, enunció.
La directora del Área de Investigación y Estudios Sanitarios de la Consejería de Sanidad de Madrid coincidió en la opinión general de que “la investigación está afectada por la situación económica” y quiso hacer hincapié en tres ideas fundamentales para empezar a ver la luz: “conseguir fondos de la Comunidad Europea, establecer convenios o nexos de unión entre entidades públicas y privadas y crear investigación con un enfoque y desarrollo en empresas de base tecnológica”.
Más allá incluso de que este sea el momento más adecuado para emplearse a fondo en impulsar la I+D, Hidalgo, afirmó que se podría ir ya con retraso, ya que el sistema de financiación convencional dependiente de fondos públicos sin una meta puramente aplicada, o en la que no es un factor importante, obviamente está en crisis. Por tanto, buscar modelos nuevos es importante y necesario. De la misma forma, reconoció que los cerebros se están marchando y “si el sistema queda despoblado, los resultados que se obtengan no podrán ser exitosos”.
“Estamos retrasados frente a otros países”, señaló Hidalgo. También incidió en ello Pastor, quién añadió que más que este problema, preocupa que mucha de la investigación básica de alta calidad no se traduzca en una aplicación, en dar a la sociedad frutos de ese esfuerzo. “Hace falta trasladar la investigación a terapias y descubrimientos de nuevos fármacos”, señaló.
Desde el punto de vista del ámbito educativo, Álvarez-Builla, reflejó el “panorama desolador” al que se enfrentan por cuestiones como la reducción de becas, la escasa cuantía destinada a los proyectos o la desbandada de científicos jóvenes que se marchan sin ánimo de volver, dado que “en años” no va a haber posibilidad de trabajar en el país, a pesar de que España necesita este tipo de titulados.
“Estamos viviendo la primera contracción intensa de presupuestos en I+D, no solo la estatal sino la de la empresa”, apuntó Álvarez-Builla al tiempo que matizó que, mientras que Europa ya está calentando motores para salir de la crisis, en España este intento está siendo “dramático”. “Siempre hemos luchado para que se produzca una colaboración entre Universidad y empresa, algo a lo que estamos abiertos”, apostilló.
Para paliar este trance, Pastor propuso poner un nuevo modelo sobre la mesa así como mecanismos para la interfase entre la investigación básica y la industria. A su juicio, en otros países ya existen y estudian dianas para avanzar hasta alcanzar resultados tangibles, lo que de alguna manera significa que se puede rellenar ese hueco que existe en la investigación básica, que requiere creatividad, y la de la industria, que es más sistemática y con músculo para desarrollar trabajos.
Por su parte, Hidalgo indicó que se están preservando los estudios básicos de calidad a la vez que se buscan fuentes de financiación en dos campos, tanto desde el aspecto filantrópico —muy poco desarrollado—, como en el área de la industria. “Llevamos a cabo tres acciones: patentar y licenciar, crear compañías propias y mantener la relación con la industria farmacéutica mediante programas de ensayos clínicos para desarrollar fármacos en fase clínica, lo que permite mantener grupos”, especificó.
De esta forma se intenta atraer las inversiones del sector farmacéutico para que apuesten por los proyectos mediante “riesgo compartido” para aprovechar el potencial del producto que se consiga, explicó Hidalgo, quién repitió que se buscan acuerdos con esa naturaleza con el entendimiento de compartir riesgos y beneficios. Por su parte, García comentó que sería interesante la posibilidad de crear no solo moléculas, sino también investigación hospitalaria, lo que añadiría mucho valor. Bajo su punto de vista, “no se puede permitir que se pierda el foco en lo que somos punteros”.
Además de la calidad científica, Hidalgo resaltó “otros factores”, tales como la disposición geográfica o el uso de las amistades. En este punto, el investigador aseguró que aunque queda mal decirlo, es así, refiriéndose a las adjudicaciones basadas en el tráfico de influencias sin tener en cuenta la idoneidad del proyecto en sí. “Seguramente hay grupos buenos que se quedan sin financiar por esta red y esto a la larga se paga”, matizó.
Por último, el vicepresidente de Desarrollo de Negocio de Lilly, trasladó la relevancia de la transferencia tecnológica, que, según manifestó, debe contar con inversiones tempranas, así como la necesidad de impulsar políticas de apoyo al emprendedor y promover medidas desde el punto de vista financiero y fiscal para facilitar que la inversión vaya a España y no a otro sitio.
“Compromiso de confidencialidad con todas las garantías para el investigador que incorpora moléculas en las bases de datos de Lilly”. En palabras del investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), José Luis Marco, ésta es una de las ventajas del proyecto Open Innovation, mediante el cual esta compañía farmacéutica promueve una plataforma para que tanto investigadores externos como de la organización puedan colaborar en pro de identificar nuevos compuestos con potencial terapéutico.
“Lilly hizo un acuerdo marco con nosotros a partir de un protocolo de investigación de moléculas relativamente sencillo”, afirmó Marco. Tras superar un “filtro muy severo eligen una molécula que les interesa y la mandan a Estados Unidos, donde empieza a ser utilizada”, aseguró.
El vicepresidente de Desarrollo de Negocio de Lilly en el sector, Javier García, habló del “componente financiero” del programa Open Innovation. “Se trata de capital semilla, sobre todo, para que la industria nos preparemos con ese tipo de aportaciones”. En concreto, el capital semilla permite invertir, a veces incluso sin saber que producto se va a generar, explicó. “Es como un puente”, comentó García, ya que “una vez que llegas a un punto clínico todo es más sencillo”. No obstante, el problema es cómo llegar, ya que hasta ese momento pasan entre 18 y 24 meses en los que la financiación no ha llegado todavía, añadió.
Sobre este tema, el investigador del Centro Nacional de Investigación Oncológica (CNIO), Joaquín Pastor, mencionó la “desconfianza” que existe entre algunos investigadores, que “prefieren esperar y patentar”.