| domingo, 28 de junio de 2009 h |

José María López Alemany

La industria farmacéutica tiene un indudable valor sanitario. Probablemente el medicamento, fruto de su trabajo, de su investigación y de su producción sea el mayor responsable de la calidad y cantidad de vida de que disfrutamos hoy en día, tras la cloración del agua de consumo.

Pero la industria farmacéutica es mucho más que medicamentos. Es una industria fuerte en inversiones de producción, intensiva en investigación y generadora de valor añadido allí donde se localiza y es imprescindible que así siga siendo. Por ello, las autoridades públicas deben ser conscientes de todos estos valores asociados a la industria farmacéutica.

En los últimos tiempos están arreciando las presiones para provocar que la industria farmacéutica pase a depender de Sanidad en el ámbito europeo, un cambio de cartera que podría dar lugar a pérdida de oportunidades de desarrollo del sector que a medio y largo plazo podrían terminar lastrando la innovación farmacéutica.

No cabe duda de que la industria debe tener también un referente sanitario, hecho que se da en todos y cada uno de los países de la Unión Europea ya que en todos, el organismo de referencia es la cartera de Sanidad. Y son los ministerios de Sanidad los que pueden indicar prioridades y poner límites a determinadas actuaciones de las compañías al amparo de la competencia exclusiva de los Estados en materia de salud pública.

Por ello, creo conveniente que se mantenga esa doble competencia en los diferentes ámbitos ya que ha demostrado que es un modo eficaz de avanzar conciliando las necesidades de la sociedad con las de la industria como sector productivo.