José María López Alemany
Copago: palabra maldita que pocos políticos se atreven a pronunciar a no ser que se haga de modo crítico. Esta podría ser una de las acepciones que la corresponsabilización del usuario en el coste de la sanidad, podría aparecer en el diccionario. Otras denominaciones, como tique moderador son, a mi gusto más adecuadas porque expresan precisamente el objetivo final que se persigue: moderar la demanda.
No se trata, por tanto, de un procedimiento para recaudar y, aunque en esencia sea una tasa por utilización de un servicio, llamarlo así, como ha hecho la ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, no hace más que derivar el debate del copago hacia la entrada de fondos al SNS y no a racionalizar la demanda que es, a día de hoy, la principal necesidad del sistema y función del copago.
En cualquier caso, lo de menos es cómo se llame. Algún eufemismo se le ocurrirá al que tenga que implantarlo. Lo importante es que, me parece, es un hecho que ya es imparable a la vista del fuerte debate y globos sonda de las últimas semanas. Y en estos momentos ya no se discute si será o no necesario sino qué tipo, cómo se implanta y cuándo entra en vigor y como se llamará. Y si para ello hay que usar eufemismos, pues bienvenidos sean.
No seremos desde EG quienes demos batalla frente a la implantación de un sistema realmente estructural para la sanidad española. Al igual que tampoco estaremos enfrente de la salida de la financiación de medicamentos para el autocuidado. Lo importante en estos momentos es encontrar la fórmula de la sostenibilidad sin afectar más al sector. Y eso, solo puede venir de la mano de la ‘tasa de la ministra’.