José María López Alemany
No corren buenos tiempos para el sector. Ya sé que se trata de una obviedad, pero es que más allá de los ajustes económicos realizados hasta el momento, el peor enemigo sigue ahí. Y éste no es otro que el desconocimiento, la incertidumbre de no saber qué más puede llegar a pasar. En este escenario, no es de extrañar el escepticismo y falta de confianza que se muestra desde las instituciones del sector, que se limitan a pedir claridad y certidumbre a las autoridades sanitarias. Entre otros, lo hizo la semana pasada Jesús Acebillo, presidente de Farmaindustria, ante el secretario general de Sanidad, José Martínez Olmos.
No sé qué puede haber de malo en presentar las intenciones como lo que son para que el sector pueda prever sus impactos. En este sentido, la manera como se está llevando todo el asunto de los medicamentos de diagnóstico hospitalario que saldrán de las farmacias, y que, por cierto, podría retrasar su implantación, o el secretismo ligado a las fechas de puesta en marcha de la Orden de Precios de Referencia son sólo dos ejemplos de la situación en la que se mueven las compañías farmacéuticas, distribución y farmacia en estos momentos.
Sin esa relación de confianza las buenas palabras no son más que eso. Especialmente, si llegado el momento, quien decide las medidas más duras no es el interlocutor directo que tiene el sector, sino otro. Un recuerdo que está muy próximo todavía. Por ese motivo, va a costar mucho tiempo volver a sembrar la confianza en el sector, permitiendo que se dedique a crear valor en vez de a vigilar si se acerca un nuevo ‘tijeretazo’. Y todo ese tiempo, será un tiempo perdido.