José María López Alemany
Al final nadie le pone el cascabel al gato en el asunto del copago. Todas las fuerzas políticas, por unanimidad, han decidido desterrar para siempre este debate. A cambio, indican que lo importante es incidir en políticas de salud, en la gestión sanitaria y profundizar en el sistema de financiación.
Se supone que todo eso se hace desde tiempo atrás, pero lo que está claro es que no es suficiente.
España tiene un problema de financiación de la sanidad en general. Dedicamos mucho menos presupuesto per cápita a la sanidad que el resto de países de nuestro entorno y lo que ha permitido, hasta ahora, que con ese bajo presupuesto la calidad asistencial haya sido alta es, simplemente, el bajo nivel retributivo de los especialistas y el reducido coste que los medicamentos tienen en España históricamente.
Pero en los últimos años se está produciendo un incremento notable de la demanda sanitaria. Ya sea por el incremento poblacional ligado a la inmigración, por el envejecimiento demográfico o por la demanda ‘infinita’ de servicios sanitarios gratuitos. Sea cual sea la razón o la importancia de cada una de ellas en el incremento de la demanda sanitaria, la verdad es que se puede tornar insostenible en muy poco tiempo.
Para evitarlo, lo primero es hacer un esfuerzo presupuestario mayor, eliminar las ineficiencias y los despilfarros, pero también ejercer un control sobre la demanda para eliminar o, al menos, reducir la que sea superflua. De lo contrario, sólo quedará como solución reducir las prestaciones, un riesgo para la salud mucho mayor que el copago.