| viernes, 18 de junio de 2010 h |

José María López Alemany

No es la primera vez que abordo el asunto y, mucho me temo, que no será la última. Es frecuente entre los decisores sanitarios poner el grito en el cielo sobre el porcentaje de gasto farmacéutico sobre gasto total. La semana pasada, al menos en dos ocasiones, la ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, lo repitió. Y cada vez que lo oigo no puedo dejar de preguntarme si es que quien lo dice lo hace por usar un argumento que ya se ha hecho habitual, o simplemente porque no le ha dedicado dos segundos a buscar un por qué.

La proporción de gasto sanitario sobre el total, como todo porcentaje, es un cociente entre una parte y su total. Ese porcentaje puede ser grande o pequeño en función del tamaño del numerador (gasto farmacéutico) o del denominador (gasto sanitario total). Y lo que está claro en nuestro país, reconocido incluso por Jiménez, es que nuestra sanidad está infrafinanciada, lo que hace, directamente, crecer el porcentaje de gasto farmacéutico.

En España tenemos uno de los gastos per cápita en sanidad más bajos de la Unión Europea. También, es cierto, tenemos un consumo de medicamentos importante, pero que se debe principalmente al empuje del número de recetas y a la utilización del medicamento para paliar las deficiencias del sistema como, por ejemplo, el control de los pacientes en lista de espera.

Si seguimos haciendo un diagnóstico erróneo, será muy difícil acertar con las medidas. Y eso es lo que está pasando en este caso. No es un problema que el gasto farmacéutico suponga un gran porcentaje del gasto total. El problema es que el gasto total sea tan bajo como el existente en nuestro país.