Através de los haikus (poemas breves de tres versos de cinco, siete y cinco sílabas, respectivamente), se realizan descripciones de los fenómenos naturales, el cambio de las estaciones o la vida cotidiana de la gente. Los haikus, procedentes de la poesía tradicional japonesa, tienen enorme vigencia en nuestra época. Tanta que incluso Federico Jiménez Losantos acaba de publicar un libro de haikus. Y es que este modelo de poesía sirve para poner de manifiesto realidades cotidianas que podemos contemplar todos los días.
Una de estas realidades cotidianas es la falsificación de medicamentos y su venta a través de Internet. No hay más que comprobar el correo electrónico para ver cuántas veces nos han podido ofrecer en los últimos días fármacos para tratar la gripe A como Tamiflu o Relenza, que han desbancado a Viagra del primer puesto en esta oferta ilegal de fármacos. Para combatir esta plaga de falsificaciones no hay nada mejor que contar con un buen sistema que actúe de barrera, y en nuestro país ése no es otro que el de un modelo farmacéutico como el que tenemos. Es precisamente por esto, según indica en un informe el Consejo General de Farmacéuticos, por lo que es riesgo de falsificaciones en nuestro país es “mínimo”. De nuevo se pone de manifiesto el papel del farmacéutico como agente sanitario. Y la sentencia de Luxemburgo se puede resumir también en un haiku: “La vida es un poema que comienza por el final”.