La despedida de Isabel Vallejo como presidenta de la Federación de Empresarios Farmacéuticos Españoles (FEFE) ha puesto encima de la mesa, o mejor dicho, lo ha puesto ella encima de la mesa, la necesidad de que las patronales provinciales de Madrid, Cataluña, Cartagena (estas tres integradas en Fenofar) y Cantabria vuelvan a formar parte de la patronal estatal. La salida de estas tres patronales de FEFE es la espina clavada con la que Vallejo abandona su cargo, y por eso ha querido hacer un loable intento de llamar a la reconciliación.
La lógica debe imponerse y se deben dejar a un lado las ambiciones personales de contar con esos pequeños reinos de Taifas que, sin duda, no conducen a nada bueno. El hecho de que haya, además de la patronal estatal de oficinas de farmacia, una serie de patronales disgregadas por toda la geografía española no hace más que debilitar a todos ellos. Debilitar a los propietarios de oficina de farmacia. Debilitar sus aspiraciones. Debilitar su capacidad como interlocutor ante la Administración. Debilitar la credibilidad de todos ellos con polémicas como la suscitada por la firma del 23er Convenio Colectivo. Debilitar, en definitiva, su misión, que no es otra que la de actuar como una patronal.
Si las palabras de Vallejo son de agradecer, no lo son menos las del nuevo presidente de Fefac, Xavier Tarradas. El nuevo mandatario de la patronal catalana no cierra la puerta, aunque señala que no es una prioridad en este momento. Algo es algo. ¿En Madrid? ¿Adefarma? Parece que está en otros asuntos, aunque haría bien en despertar de su letargo y ponerse manos a la obra para tratar de solucionar un situación que, visto lo visto, tiene muchos más beneficios que perjuicios. Eso sí, hay una reglas y se deben cumplir, ¿no?