Plutarco, en sus Vidas paralelas, cuenta que un patricio romano llamado Publio Clodio Pulcro estaba enamorado de Pompeya, la mujer de Julio César. Con el fin de seducirla, al patricio perteneciente a la prestigiosa familia de los Claudii se introdujo en casa de César durante la fiesta de la Bona Dea (sólo reservada a mujeres). A pesar de disfrazarse de mujer, Publio Clodio fue descubierto y detenido y Pompeya, a pesar de no haber cometido ningún hecho indecoroso y no haber sido infiel a Julio César, fue repudiada por éste. Y es que, al pontifex maximus no le agradaba el hecho de que su mujer fuera sospechosa de infidelidad. Fue entonces cuando argumentó su decisión con una frase que, pasados más de dos milenios, todavía está muy de actualidad: “No basta con que la mujer del César sea honesta, también tiene que parecerlo”.
La pasada semana dos hechos han motivado que la sombra de la sospecha se haya cernido sobre la honestidad y la fidelidad de los profesionales farmacéuticos que, al igual que Julio César, en ningún momento ponemos en duda. Por un lado, el extraordinario incremento del gasto farmacéutico tras la implantación de la receta electrónica en Extremadura. Un incremento que ha coincidido con un aumento considerable de las ganancias de algunas oficinas de farmacia de esta comunidad. La Administración extremeña analiza las causas, los médicos miran a los farmacéuticos y los farmacéuticos a los médicos. Por otro, la advertencia de la Dirección General de Ordenación e Inspección de la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid al Colegio Oficial de Farmacéuticos de Madrid para que sus colegiados recuerden que, a pesar de que varios medicamentos de diagnóstico hospitalario se han incluido en su “Programa de asistencia farmacoterapéutica a pacientes externos en los servicios de Farmacia Hospitalaria de la CAM” los farmacéuticos están obligados por ley a su dispensación en sus boticas. Pues eso, que además de honestos no hay que dar motivos para la duda.