Allá por el año 2004, sólo las tabaqueras y la industria petrolífera parecían tener una imagen peor que la de las grandes compañías farmacéuticas. En los últimos años este sector ha intentado por todos los medios deshacerse de ese sambenito, muy poco ajustado a la realidad. Códigos deontológicos, sistemas de autorregulación… Poco a poco, la industria farmacéutica ha ido limando asperezas en su relación con la sociedad, pero algunos obstáculos son muy difíciles de superar. El debate de la DTC En la Unión Europea es una muestra de ello. Y no es el último.
Más bien enlazado con él se encuentra el último caballo de batalla al que están haciendo frente las compañías europeas. Con las necesidades de los ciudadanos europeos por bandera, y en el marco de la reorganización tras las elecciones comunitarias, el futuro de las decisiones relativas a la política farmacéutica oscila entre su situación actual, la Dirección General de Industria y Empresa, y la que desean aquellas organizaciones de pacientes y consumidores, una Dirección General de Salud.
La campaña se ha extendido desde el presidente de la Comisión hasta cada uno de los Estados. La Efpia ha respondido que “la industria farmacéutica no es un simple productor de medicamentos”. En efecto, las compañías hacen una labor de investigación y producción que es muy bien valorada por industria. Es un poder que con mucha seguridad perdería si dependiera de otro comisario.
El debate no es sencillo. Tal vez ubicar la política farmacéutica bajo una Dirección General de Salud sería lo lógico a la vista de cómo se organiza esta competencia en la mayoría de los Estados miembro, pero esa decisión podría estrechar la actividad de la industria, que es también productiva e investigadora.
