La distribución farmacéutica, tal y como la conocemos en España, ha hecho posible que la prestación tenga la calidad que tiene, independientemente del lugar de residencia de los ciudadanos o de la ubicación de las oficinas de farmacia. Eso ha hecho que sea un gran gigante económico, pero la realidad es que tiene los pies de barro, por lo que es necesario acometer una serie de reformas que consoliden su funcionamiento y aseguren sus sostenibilidad.
En los próximos meses, la distribución farmacéutica va a cambiar, y mucho. Está próximo el Real Decreto de Distribución, la definición del sistema de trazabilidad a utilizar y, por supuesto, el riesgo de una nueva vuelta de tuerca a los precios de los medicamentos y los márgenes de los agentes del sector. Estamos, por tanto, en un momento clave para el futuro de la distribución farmacéutica y es necesario que cada paso que se dé por parte de las autoridades sanitarias tenga presente las consecuencias para este debilitado sector.
Por todo ello, las autoridades sanitarias deben tener en cuenta que la distribución de medicamentos de manera equitativa sólo puede ser llevada a cabo por los mayoristas de amplia gama, siempre que se mantengan unas condiciones mínimas de rentabilidad empresarial. Un caballo de batalla contra el que luchan a diario mientras ven cómo pierden cuota de mercado y margen de beneficios, complicando su viabilidad y, por tanto, la del modelo.