La que por el momento es titular del Ministerio de Sanidad y Política Social, Trinidad Jiménez, se ha convertido este verano (con permiso de su colega de Fomento, José Blanco) en una de las protagonistas de la escena política nacional. Y no lo ha sido por alguna actividad o gestión en su ministerio. No. Sobre Jiménez se han posado los focos de la actualidad política tras su designación como candidata (la ’oficialista’) a ser la cabeza de lista del PSOE para enfrentarse a Esperanza Aguirre en los comicios a la presidencia de la Comunidad de Madrid que se celebrarán la próxima primavera. Pero antes de que Jiménez pueda medir sus armas frente a uno de los pesos pesados del PP y en una plaza, la Comunidad de Madrid, que se ha convertido en todo un bastión para los populares (como lo era el Ayuntamiento de Madrid y su actual alcalde, Alberto Ruiz Gallardón, al que se midió en las elecciones municipales de 2003), la todavía ministra de Sanidad deberá pasar un obstáculo nada fácil, el de unas primarias en las que tendrá enfrente al secretario general de los socialistas madrileños, Tomás Gómez.
La apuesta realizada por Jiménez es, sin duda, muy arriesgada. Primero, por la posibilidad de salir derrotada en unas primarias que, en el caso de la Comunidad de Madrid y con la Federación Socialista Madrileña (FSM) de por medio, no sería nada descabellado, a pesar de contar con el apoyo de Ferraz. Segundo, porque en caso de salir triunfadora en ese primer envite tendrá enfrente a Aguirre, que en 2007 obtuvo mayor porcentaje de votos en unas elecciones autonómicas en Madrid. Tercero, porque debería dejar atrás un ministerio que ha relanzado su carrera política. Cuarto, porque si abandona el ministerio antes de las primarias (algo que ella ha descartado) dejaría inconcluso el trabajo iniciado hace menos de año y medio. Quinto, porque si no lo hace estaría jugando con ventaja respecto a Gómez y, en caso de ganar las primarias, dejaría a su sucesor poco más de cuatro meses por delante. Ésa es otra, ¿el sucesor?