Platón describió en La República las cuatro virtudes cardinales del alma. La virtud de lo racional, la prudencia; de lo irascible, la fortaleza; y de lo concupiscible, la templanza. Por encima de todas, la virtud de la justicia, que sale a relucir cuando cada parte del alma cumple con su tarea. Cuando las tres partes de la psyché llevan a cabo con éxito su cometido, la justicia sale a relucir. Una lección básica que se puede aplicar al mundo de la oficina de la farmacia y a las quejas del sector a las políticas de contención del gasto que siguen las administraciones sanitarias, que siempre inclinan la balanza e inciden casi en exclusiva sobre la oferta para evitar que el gasto se dispare.
El alma racional, que se sitúa en el cerebro, es la que debe guiar a las otras dos. En clave farmacéutica, sería la que debería guiar las actuaciones de las autoridades sanitarias a la hora de adoptar medidas para contener el gasto. La irascible, que se encuentra en el tórax, es fuente de las pasiones nobles. Si hablamos de gasto sanitario se podría traducir como la necesidad de tomar una decisión, y en este caso, ante la urgencia de realizar recortes, la decisión apremia. La concupiscible, en el abdomen, pertenece el apetito y es fuente de pasiones innobles. Busca el placer y para frenarla hace falta moderación. Un placer que se podría traducir en apuntar siempre hacia el mismo objetivo (la oficina de farmacia) por miedo a que medidas impopulares nos quiten el placer de los aplausos. Así, si todas cumpliesen su cometido a través de sus virtudes, se lograría esa justicia. Ese no inclinar la balanza siempre hacia el mismo lado. ¿Serán las autoridades platónicas o aristotélicas?