La industria farmacéutica, pionera e intensiva en investigación e innovación, ha estado haciendo las cosas de la misma manera durante mucho tiempo. Ha tenido que presentarse una crisis monetaria y financiera para que, de verdad, acometa cambios importantes en la forma de afrontar el negocio de la salud.
Algunas sectores de la sociedad ven con malos ojos que se haga negocio con la salud, o mejor dicho, con los medicamentos. Pero la realidad es que los medicamentos deben dar mucho beneficio para poder destinar las cifras que se destinan a investigación, que todos sabemos están por encima de cualquier otro sector, y subiendo hasta casi el 20 por ciento actual de la cifra de negocios.
Si los bancos destinaran el 10 por ciento de sus beneficios a obra social, no tendría en la sociedad el impacto de destinar casi el 20 por ciento a investigar nuevos medicamentos. Esta ingente cantidad de dinero ha hecho posible vencer la muerte en enfermos de sida. El precio de obtener medicamentos realmente innovadores es el fracaso, o tan sólo obtener pequeñas mejoras en innovación —la llamada innovación incremental— que va a ser la gran perjudicada en el entorno actual. La crisis se va a a cebar en todo aquello que no sea un avance terapéutico sin precedentes, ya que no se le reconocerá la innovación, con lo que se afectará la capacidad de generar fármacos realmente innovadores.