De entre las enfermedades más prevalentes en el mundo desarrollado, el alzhéimer es quizás una de las que más resistencias está ofreciendo a la industria farmacéutica a la hora de ser abordada. Según datos de la PhRMA, volcados en el estudio “Investigando en nuevos medicamentos contra el alzhéimer: avances y retrocesos”, han sido 101 moléculas las que han ofrecido resultados negativos en el periodo comprendido entre 1998 y 2011. De ese total, unas 86 se quedaron por el camino.
Por el contrario, en esta misma franja temporal, la FDA ha dado su visto bueno a tres fármacos: rivastigmina en 2000 y galantamina en 2001 para etapa temprana y moderada, y memantina en 2003 para la etapa moderada y severa. El ratio de aprobaciones es, por tanto, de 34 fracasos por cada éxito, dato que deja patente las graves dificultades por las que están atravesando las compañías para dar con el quid de esta compleja cuestión. Por si no fuera suficiente, la patronal americana alerta de que en el último lustro, el que comprende de 2006 a 2010, la media de fracasos anuales ha alcanzado la cota de los diez, mientras entre 2000 y 2005 apenas se daban cinco casos por año.
Desde Novartis, laboratorio que está trabajando en el desarrollo de nuevos tratamientos en este campo, y que está a la espera de la aprobación de una nueva dosis de rivastigmina por parte de la EMA, tras haber sido validada por la FDA, han mostrado su desencanto con la situación descrita por la PhRMA. Más aún tras conocer las últimas informaciones sobre ensayos clínicos. “Aunque eran esperados, han sido bastante negativos y han supuesto un duro revés para la posibilidad de conseguir nuevos tratamientos que modifiquen la enfermedad”.
Se refieren a los datos presentados por Eli Lilly, que anunció que no se habían alcanzado los resultados esperados en el estudio fase III con solanezumab, aunque la compañía seguirá con la investigación. Algo similar ocurrió con Pfizer y Johnson & Johnson, que optaron por poner fin a los ensayos con bapineuzumab.
El fracaso también enseña
A pesar de las dificultades, los distintos representantes de la industria tienen claro que estos fracasos servirán de base para los éxitos del futuro. “Estamos acostumbrados a que la gente hable de fracasos. Nosotros necesitamos acumular datos para establecer conclusiones y movernos a partir de ellas. Esto es muy habitual en alzhéimer y nosotros lo hemos vivido recientemente”, asegura Jan Lundberg, investigador de Eli Lilly.
Otra compañía que también está inmersa en este campo es Lundbeck. Anders Pedersen, responsable de I+D del laboratorio danés, tiene claro que “los resultados cosechados por otros”, además de los suyos propios, “servirán para mejorar la orientación de las futuras inversiones”.
La farmacéutica Grifols ha anunciado su intención de iniciar ensayos clínicos en humanos con su vacuna contra el alzhéimer a principios de 2013, tras haber superado con éxito la fase de experimentación animal. La acción de esta se basa en la producción de anticuerpos contra las proteínas amieloides. La vacuna formaría parte de una estrategia más amplia de prevención, que incluye unos kits diagnósticos, en fase de validación, para determinar la presencia en sangre de estas proteínas y detectar la enfermedad en fases iniciales.
Por su parte, la suiza Novartis confirmó a EG el desarrollo de una vacuna (CAD106) contra el b-amiloide. “Se trata un fragmento de este péptido recubierto de una cápsida viral para producir una adecuada respuesta inmune contra este péptido”, aclaran fuentes de la compañía. En estos momentos se encuentra en fase II y ha demostrado ser segura e inmunogénica. Actualmente, se están analizando los datos de eficacia clínica. “De momento, tenemos que esperar para saber si se seguirá con la fase III”, concluyen.