Recelo de los pedagogos del ‘todo a cien’. Son personas que intentan explicar algo y al final, lo oscurecen o convierten su argumentación en vaguedades. Algo parecido ha sucedido con la afirmación de un inspector médico del Servicio Madrileño de Salud que, en relación con una negligencia médica, ha dicho que se parece al juego de la lotería: “Los premios tocan pocas veces, pero está previsto que toquen”.
Su afirmación viene a propósito del caso de un paciente que fue a operarse de un exceso de sudor en las manos y acabó perdiendo la visión en un ojo. Si aplicáramos este esquema mental a todo lo relacionado con la sanidad, de poco nos servirían los estudios serios. Simplemente, aplicaríamos frases como “de casta le viene al galgo”, si padece una enfermedad congénita, o “el que mal empieza mal acaba” para quien se cuida poco y contrae otros males.
Imaginemos la impresión del paciente tras semejante dictamen después de llevar ocho años esperando, al tiempo que ha ido perdiendo sucesivamente la visión. Pero lo peor es que, como se generalice este tipo de iniciativas, vamos a encontrarnos con una flagrante vulneración de los derechos a la protección de la salud y la prevención de la enfermedad y a una amenaza a nuestros legítimos derechos de ser bien atendidos en el sistema sanitario. Y todo ello sin la menor esperanza de que nuestra voz sea atendida si reclamamos por la existencia de un procedimiento inadecuado.
Si seguimos con el lamentable símil que se baraja, habría que decir “vamos a por el décimo”, cuando pedimos la consulta médica, “me ha tocado el reintegro”, si salimos por nuestro propio pie y rezar para que no nos toque ni la pedrea ni nada, porque nos quedamos al borde del precipicio. En fin, todo un solemne cúmulo de expresiones tan desafortunadas como evitables cuando de lo que hablamos es de salud. Ya tenemos problemas en el día a día como para soportar una actitud frívola de quien debe ser el juez que valore si se cumple la ley.
Imaginemos que este tipo de explicación se aplicara a valoraciones que hace la OMS. Con este formato, los datos sobre siniestralidad laboral en Europa podrían dar mucho que hablar. Unos 27.000 europeos mueren cada año por accidentes laborales, lo que sumado a los que mueren por enfermedades contraídas por su trabajo, supone 30.000 muertes anuales por causas relacionadas con el trabajo. Pues para este inspector lo mejor sería estar en el paro, porque el que evita la ocasión, ¡evita el peligro!
Yolanda Martínez es doctora en Periodismo y profesora de la UCM