| viernes, 30 de abril de 2010 h |

Antonio González es periodista del diario ‘Público’

En tiempos de crisis se dispara el paro y el déficit público, el consumo se retrae traduciéndose en mayor desempleo, que a su vez implica menor recaudación por parte del Estado, lo que agudiza sus números rojos e implica, como acaba de ocurrir, la subida de impuestos como el IVA, que reduce aún más, y de forma indiscriminada, las rentas de las familias. Ante este panorama, que es evidentemente muchísimo más complejo, el sentido común dicta a los ciudadanos de a pie que no es tiempo para meterse en gastos superfluos, y que hay que dedicar la renta a lo que de verdad importa.

Sin embargo, entre quienes manejan los presupuestos de todos existe otro factor desconocido para el común de los mortales, que algunos llaman razones de Estado, y que en ocasiones se convierte en un muro opaco para justificar todo tipo de decisiones irracionales, y más en tiempos de crisis, claro. Y eso que hablar de crisis me parece un poco aventurado, al menos si atendemos al significado último de la palabra, que implicaría una reflexión profunda sobre la raíz de un sistema que ha demostrado que puede caer en cualquier momento debido a la avaricia de unos pocos. Sin embargo, nada de esto parece haber ocurrido. Frente a lo que hubiera dictado el sentido común, el sistema sigue siendo el mismo que antes de la crisis. Tras ofrecerse a la opinión pública mundial unas pocas cabezas de turco, los bancos siguen especulando con el dinero de todos y siguen arrojando beneficios sonrojantes, las consultoras siguen mintiendo en sus informes, las agencias de calificación siguen jugando a su antojo con las deudas públicas y los de siempre siguen llenándose los bolsillos como siempre gracias a la especulación, es decir, sin ser capaces de producir nada útil para la sociedad en la que viven. El sistema es el mismo, las reglas son las mismas, ¿dónde está la crisis entonces?

Al mismo tiempo, los políticos siguen a lo suyo, tomando medidas de gasto superfluo contrarias al sentido común. Menos mal que todavía hay quien recurre al cada vez menos común de los sentidos para denunciarlo. Es el caso del doctor Peter Hotez, presidente del Instituto de Vacunas Sabin e investigador del centro médico universitario George Washington (Estados Unidos), que en un acertado estudio publicado en PLoS Neglected Tropical Diseases ha demostrado que los 11 países con armas nucleares (Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia, China, India, Pakistán, Corea del Norte, Israel, Irán y Siria) podrían erradicar las enfermedades infecciosas desatendidas, que representan hasta el 50 por ciento a nivel mundial, con sólo una mínima parte de lo que se gastan en el mantenimiento de su arsenal. De hecho, estos estados se gastan en estas patologías, que matan más que cualquier bomba, menos de la diezmilésima parte que lo que dedican a armamento nuclear.

¿Para qué gobiernan estos políticos, para mejorar la vida y la salud de sus ciudadanos o para engordar las arcas de las empresas de armamento? Igual ha llegado el momento de que, además de hablar de grandes medidas de política macroeconómica, hagamos un simple ejercicio de dar prioridad a lo realmente importante, como la salud. Aun en los tiempos de esta crisis de fachada.