| viernes, 10 de diciembre de 2010 h |

Antonio González es periodista del diario ‘Público’

Cuando, hace ahora más diez años, salió a la calle el periódico EG, muchos pensamos que iba a ser flor de un día, un empeño vano por aportar una nueva voz informativa a un sector, el sanitario, lleno ya de por sí de medios de todo pelaje y condición, partidarios declarados de unos y de otros, representantes de éstos y aquéllos, portavoces de no se sabe qué intereses de ésta u otra parte.

Y es que el ámbito sanitario se caracteriza, a diferencia de otros, por tener multitud de medios especializados que compiten entre sí sin tener muchas veces claro a quién van dirigidos. Y éste es un error que se paga, y muy caro, en el mundo del periodismo y la comunicación en general. Porque uno puede hacer un producto de bella factura, con papel satinado, repleto de bonitas fotos y firmas prestigiosas, que como no sepa a quién se dirige y qué mensaje pretende transmitir tiene el fracaso asegurado. De hecho, este sector está lleno de ejemplos de publicaciones que no lee nadie, y que ahí están, sorprendentemente.

El momento que vivimos en la actualidad es de plena transformación en el mundo de los medios de comunicación. Se avecina un cambio de paradigma y las empresas informativas se hallan inmersas en todo el mundo en la búsqueda desesperada de un modelo de negocio para el futuro, un futuro que ya está aquí pero que seguimos sin comprender del todo. Los nuevos soportes en los que se ubica la información, la ubicuidad de Internet y la cultura audiovisual de las nuevas generaciones son elementos básicos de un nuevo modelo que sigue estando por construir, pero que sin duda necesitará de algunos elementos básicos que permanecerán inalterables. En este sentido, debemos resaltar que claves como el rigor, el contraste de las fuentes, la independencia, la pluralidad de las opiniones y el contar con buenos profesionales ilusionados con su trabajo seguirán siendo sinónimos del buen periodismo, ya hablemos del siglo XXI, que acaba de empezar, o del siglo XXX, aunque para entonces no estemos aquí para constatarlo.

El periódico EG tiene la virtud de contar con algunas de estas armas de futuro, como el rigor, que garantizan una audiencia fiel que aprecia la información, que al fin y al cabo es la parte sustancial de proyectos como este. Porque no hay que engañarse, los seguidores de este periódico, por mucho que aprecien las opiniones que algunos podamos verter en sus páginas, son fieles a EG no tanto por los juicios de valor que contiene como por la calidad de sus informaciones y porque gracias a sus contenidos y a la jerarquización de las noticias que ofrece al lector uno puede orientarse en el proceloso océano de la sanidad y la farmacia, tan llena de recovecos y escondrijos.

Al final va a resultar, como ha demostrado este periódico en los 500 números que lleva entre nosotros, que la fórmula de siempre, el buen periodismo, funciona al margen del soporte, lo que supone una buena lección para un sector abonado en muchas ocasiones a las aventuras sin sentido, y sin rigor.