Antonio González
es periodista del diario ‘Público’
Los madrileños siempre han tenido una especial habilidad para la sorna, incluso en las etapas de peor adversidad. Así, cuando allá por 1918 la mal llamada gripe española empezó a hacer estragos, el ingenio de la villa y corte no dudó en emparejar la pandemia con el Soldado de Nápoles, la serenata estrella de una popular zarzuela de la época, ya que ambas, la canción y la gripe, eran igual de ‘pegadizas’.
Tan curioso mote, porque no creo que haya muchos ejemplos en la historia en los que se haya denominado una enfermedad con un título de zarzuela, hizo fortuna rápidamente. Pero a los pocos meses, cuando la pandemia mostró su rostro más duro, se hizo evidente que allí no había motivos para la guasa.
Sin embargo, quizá se pueda ahora, casi un siglo después, comprender la actitud de aquellos chistosos madrileños, ya que cuando idearon el mote —en los inicios de la pandemia y con media Europa matando a la otra media en la guerra mundial— la gripe parecía más bien benigna, al igual que ocurre ahora con el H1N1. Lo peor vino a los pocos meses, cuando el virus mostró su auténtica cara y se llevó por delante a más de 40 millones de personas.
Es cierto que hoy contamos con un arsenal terapéutico formado por vacunas, antivirales y antibióticos que deberían darnos la tranquilidad de que en ningún caso se va a repetir una situación como aquella, donde a la guerra mundial había que sumar la falta de medios y de información. Pero no es menos cierto que, al igual que entonces, tampoco nadie sabe hoy lo que va a pasar.
No me gustaría ponerme en la piel de los responsables de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que ven cómo día a día se les agota el tiempo para tomar una decisión sobre cómo ha de ser la vacuna contra el H1N1, y si debe ir por separado o combinarse con la de la gripe estacional. Es evidente que a partir de octubre llegará la hora de la verdad y veremos la verdadera cara de este H1N1, pero para entonces las principales decisiones estarán tomadas.
La vacuna contra la H1N1 no sólo costará mucho dinero, sino que además es muy probable que detraiga fondos de otras enfermedades con gran carga de morbimortalidad, y más en tiempos de crisis económica.
Pero la gripe, a diferencia de otras patologías como la malaria o la diarrea infantil, que se ceban con los países en vías de desarrollo, no entiende de nivel socioeconómico, y amenaza también al mundo occidental, así que habrá fondos para combatirla, eso seguro, y habrá vacunas y antivirales, aunque al final los de siempre se queden sin ellos.
En fin, aunque los habitantes del mundo rico puedan estar razonablemente tranquilos, más vale que nuestros castizos bisabuelos se equivocaran cuando decían que la gripe, al igual que el Soldado de Nápoles, tenía costumbres de teatro: hace como que se va, y vuelve.