Antonio González
es periodista del diario ‘Público’
En estos días en los que la mayoría de nosotros vive con la vista puesta en el mes de agosto y sus deleites, que por desgracia son siempre menos intensos de lo que imaginamos con antelación, septiembre parece estar muy, muy lejos. Pero la realidad es bien distinta. Enseguida llega el 1 de septiembre y aparece uno en el trabajo un lunes cualquiera con cara de que alguien le ha engañado aunque, eso sí, con un bronceado envidiable. Sin embargo, como viene demostrando desde el pasado mes de abril, el virus de la gripe H1N1 no se toma vacaciones sino que, más bien al contrario, parece estar trabajando duro para triunfar en su ataque al hemisferio norte de la mano de los primeros fríos de octubre y noviembre.
El virus de marras tiene varios elementos que juegan a su favor. En este sentido, uno de los que se presenta más relevante, al menos a la hora de atajar su expansión, es que no entiende de fronteras. Todo lo contrario que nuestra sanidad, un ámbito donde las fronteras, en algunos lugares, parecen infranqueables. Menos mal que, al menos en el caso de la gripe H1N1, ha llegado el Consejo Interterritorial para solucionar el problema. Estamos salvados, pues.
La semana pasada, la ministra de Sanidad y Política Social, Trinidad Jiménez, y los consejeros autonómicos, nos volvieron a ofrecer una linda puesta en escena, que en realidad es para lo único que tradicionalmente ha servido la reunión plenaria de ese organismo desde su creación. Eso sí, la ministra salió a la palestra con una medida concreta, el incremento del 50 por ciento en la reserva de antivirales contra la nueva gripe gracias a la adquisición de casi 5,5 millones de tratamientos. Lo demás, como siempre, se quedó en la foto, que este caso representaba un frente unido contra la gripe, y las generalidades de siempre.
Es cierto que los llamamientos a reforzar la cooperación entre comunidades autónomas, tan utilizados en este ámbito como en cualquier otro donde las autonomías tienen las competencias transferidas por parte del Estado central, pueden tener cierta utilidad en el caso de que nos enfrentemos a una evolución más o menos moderada de la pandemia. Sin embargo, es seguro que serán insuficientes para afrontar un problema realmente serio, y la cuestión es que nadie sabe lo que va a pasar, ya que las proyecciones suelen basarse en modelos teóricos.
En este contexto, y aunque la ministra de Sanidad y Política Social destaque la coordinación como uno de los ejes que pueden dar tranquilidad a los ciudadanos españoles, no estaría mal poner sobre la mesa, aunque sea sólo por una vez, un mecanismo de gestión centralizada, de carácter vinculante, para afrontar el posible problema, como han propuesto con acierto los siempre agudos consejeros de Sanidad de Cataluña y de Castilla La Mancha, Marina Geli y Fernando Lamata, respectivamente.
Además, a la hora de poner en marcha esta y otras medidas, como el plan de contención de la epidemia en las empresas, no se trata de marear la perdiz, como estamos acostumbrados con relativa frecuencia. No hay que olvidar que el mes de agosto puede convertirse en el mejor aliado del virus de la gripe N1H1 para aguarnos todavía más el retorno tras el descanso estival y convertir la depresión postvacacional en algo mucho más serio.