| viernes, 30 de septiembre de 2011 h |

Antonio González es periodista del diario ‘Público’

El colectivo sanitario nunca se ha caracterizado precisamente por su carácter levantisco ni rebelde, ni por mostrar formas desconsideradas con los ciudadanos o las autoridades. Por eso, a muchos de los que no vivimos actualmente en Cataluña nos choca ver en los medios un día sí y otro también imágenes de profesionales sanitarios echándose a las calles y protagonizando encierros y todo tipo de protestas contra los recortes emprendidos por el gobierno de CiU. El tono de las protestas se ha ido elevando hasta adquirir carácter de rebelión el pasado jueves, cuando decenas de profesionales irrumpieron en la mesa donde se negociaban los tijeretazos, abortaron el encuentro y se dedicaron a patear la documentación que estaba sobre el tapete. Antes, el colectivo sanitario había tenido cortada durante tres cuartos de hora la Gran Vía de Barcelona.

Pensar que los profesionales sanitarios actúan solo por egoísmo, en una defensa –por otro lado legítima- de su nivel adquisitivo y sus condiciones laborales, es abordar la cuestión con una preocupante miopía. No hay que tener ninguna duda de que el colectivo sale a la calle también en defensa de un modelo sanitario que está en peligro, si no de desaparecer, sí de desvirtuarse hasta perder su vocación universal y su tendencia a garantizar la equidad. Esta percepción todavía no existe entre la mayoría de los ciudadanos, pero seguramente irá calando a medida que los recortes que hoy se están tomando en Cataluña empiecen a reproducirse en otras regiones españolas tras las elecciones generales. Por ello, porque muchos ciudadanos no han sufrido aún en sus carnes la precariedad que suponen los descarados tijeretazos que partidos como CiU y el PP están asestando a los pilares del Estado del Bienestar, no hay todavía miles de ciudadanos acompañando a los sanitarios en sus protestas, aunque tengo pocas dudas de que no habrá que esperar mucho más para contemplar tal estampa.

Mientras tanto, fuera de Cataluña responsables políticos y ciudadanos siguen –seguimos- contemplando el deterioro de los servicios públicos sin hacer nada, tan solo mirando al 20-N como si esa fecha fuera la solución a todos los males, cuando posiblemente sea a partir de entonces cuando el laboratorio catalán empiece a exportar sus fórmulas neoliberales al resto del país. Y es que, entre un partido que sigue en el Gobierno pero está seco de ideas y otro que aspira a gobernar ocultando las medidas que va a tomar y por las que pocos le votarían, el escenario no puede más desolador. Y es que parece ya obligado dedicar el tiempo que queda hasta la toma de posesión del nuevo Gobierno que salga de las urnas a escuchar inútiles soflamas electoralistas de unos y de otros, sin hacer nada cuando las soluciones no pueden demorarse más. Por ello, ante la falta de decisión política para abordar el asunto sin más demora garantizando los principios que rigen nuestra convivencia, a los ciudadanos solo les queda echarse también a la calle y acompañar a los que, como ocurre en Cataluña, salgan a defender sus derechos y la propia pervivencia del Sistema Nacional de Salud tal como lo conocemos.