| viernes, 11 de junio de 2010 h |

Dr. Bartolomé Beltrán, director de Prevención y Servicios Médicos del Grupo Antena3

Estamos en la sanidad de los céntimos de euro. Sin embargo, actualmente vivimos una situación en la que todo el mundo habla de lo que se va a perder en millones de euros. Por ese motivo, las redes de ventas tiemblan. Esos colectivos, que son los auténticos gladiadores de la atención a los médicos, que pasan horas para pillar minutos de conocimiento especializado, se verán ahora recortados y a los pies de los caballos.

En el sector público hacen cuentas. A este respecto, la pasada semana destacó en este sentido el ex ministro José Antonio Griñán, hoy presidente de la comunidad autónoma andaluza, que ya se ha puesto manga por hombro para darle, nunca mejor dicho, un poco de gasolina a la sanidad. El presidente de los andaluces anunció otra medida a la que los socialistas se habían resistido como gato panza arriba durante años. ¿Por qué? Porque no es progresiva.

Esta medida anunciada por Griñán la pasada semana consiste en establecer el llamado céntimo sanitario, por el que se gravará a los usuarios con el pago de 2,4 céntimos por litro de gasolina y gasóleo, para financiar la sanidad. Por esta vía está previsto recaudar este año aproximadamente unos 75 millones de euros. No es lo deseable, pero huelo a gasolina que, por cierto, tiene la misma gama olfativa que el dinero.

Pero hay otras ideas en el ámbito sanitario. Por ejemplo, la pensada por Miguel Porta Serra, investigador del Instituto Municipal de Investigación Médica y Catedrático de Salud Pública de la Universidad Autónoma de Barcelona. Porta Serra exponía la pasada semana en un artículo publicado por el periódico El País que, “puesto que las causas de nuestros estados de salud son socioeconómicas, ambientales y culturales, ¿por qué apenas nadie crea modelos de negocio que actúen sobre esas causas y rindan auténticos beneficios sociales y empresariales? ¿Cómo es posible que el proyecto de Ley de Economía Sostenible no vea que la salud pública es un sector económico que crea empleo y riqueza?”.

Sobre este aspecto, Porta Serra asegura que estudios epidemiológicos efectuados en nuestro país en centenares de recién nacidos han puesto de manifiesto que un 70 por ciento de las muestras de sangre de cordón umbilical presentan una concentración de mercurio superior a la recomendable. Investigadores noruegos calculan que reducir la impregnación humana por mercurio conllevaría grandes beneficios económicos, contando únicamente los correspondientes al aumento de la inteligencia que conllevaría. Si además se contabiliza la prevención de muertes prematuras, los beneficios se multiplicarían por siete. A todo lo anteriormente reseñado habría que añadir los dividendos ambientales.

Por otro lado, el análisis de los beneficios que conllevaría mejorar la calidad del aire en el área metropolitana de Barcelona llevaría a reducir la exposición a algunos contaminantes a los valores recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y ahorraría cada año 3.500 muertes, 1.800 ingresos hospitalarios por causas cardiorrespiratorias, 5.100 casos de bronquitis crónica en adultos, 31.100 casos de bronquitis aguas en niños y 54.000 crisis asmáticas.

Los beneficios económicos serían de 6.400 millones de euros por año. Con toda probabilidad, esta “evaluación del impacto en la salud” infravalora los beneficios. ¿Cuál es el problema? Que debemos cambiar modelos de transporte y hábitos cultural y económicamente muy arraigados. Es lo que hay. Seguro.