Dr. Bartolomé Beltrán, director de Prevención y Servicios Médicos del Grupo Antena3
La noticia más deseada bajo cuerda por los colectivos sanitarios era la de que se resolviera cuanto antes el conflicto generado por la Dirección General de Seguros con la aseguradora de las profesiones sanitarias AMA (Agrupación Mutual Aseguradora). Pues bien, cuando iba a encender mi ordenador para escribir este artículo recibí con una enorme alegría la reposición, por parte de la Audiencia Nacional, como presidente de AMA, al compañero y ginecólogo Diego Murillo.
En el auto emitido por la Audiencia Nacional se declara nula la orden de inhabilitación de la Dirección General de Seguros contra los altos directivos de AMA que, ya saben ustedes, estaban en el ojo del huracán desde hace más de dos años. Lo mejor del auto de este órgano jurisdiccional es que recoge que no hay motivos para la inhabilitación de Murillo y el resto de los directivos puestos en tela de juicio por la Dirección General de Seguros ni para la devolución de dietas, que fueron percibidas legítimamente por sus consejeros y, naturalmente, ratificadas por la asamblea de AMA.
En este mundo del bien y el mal, los buenos y los malos, el Eros y el Tánatos, la vida y la muerte, hay algo que no se palpa ni se ve ni tiene radiografía. Me refiero a la dignidad y al orgullo de las personas. Cuando nos adentramos en la personalidad de cada cual vemos que los liderazgos se asientan en muchas ocasiones sobre una cierta dosis de vanidad o, mejor aún, del instinto para conseguir distintos objetivos yendo delante de la manifestación y enseñar el camino a los demás.
Creo que los liderazgos se basan en la posibilidad de asumir riesgos, de no tener miedo y de ser capaces de introducir los valores en el concierto de las transacciones humanas. La vanidad forma parte de ese aderezo en la misma proporción que la sal debe condimentar una comida. No más. Hay liderazgos de todo tipo, pero cuando se trata de guías que representan al conjunto de profesiones sanitarias por delegación de intereses, nos encontramos ante un poder delegado en el que debe prevalecer la dignidad y su sustento básico, la honestidad.
Porque quienes eligen al líder buscan en éste el merecimiento del respeto, la virtud y, cómo no, el equilibrio emocional. Dignidad significa en realidad “calidad de digno”. Es decir, una persona valiosa. Por eso hoy los sanitarios se sienten orgullosos tanto de Murillo y de los dos secretarios de la mutua, Manuel Campos y Manuel Sánchez.
Después de conocer la decisión que adoptó la Audiencia Nacional la semana pasada tengo la sensación de que muchos sanitarios españoles se han quitado de encima un rincón de angustia en el fondo de su alma. Este sentimiento no tiene nada que ver con lo que habrá sentido la familia, los amigos y los colaboradores del ginecólogo gallego.
Y ahora me pregunto cuántas veces habrá notado la desazón de una mirada. Cuántas veces habrá notado un lamento, una duda en los ojos ajenos. Cuánto dolor en todo este tiempo habrá experimentado durante todo este tiempo y que ahora ha terminado con su habilitación. Por eso sólo puedo decir: enhorabuena don Diego. Enhorabuena, aunque me queda la desazón de pensar si con esto también se rehabilita ad integrum todo lo que ha pasado y ocurrido en el trayecto. Seguro.