En 1984, el consumo de drogas era el segundo problema que más preocupaba a los españoles. La alarma social llegó al Congreso, que de forma unánime y tras el debate del estado de la nación de aquel año instó al Gobierno a crear un organismo encargado de prevenir las drogodependencias y establecer un sistema de atención sanitaria y rehabilitación social. En sólo seis meses, Ernest Lluch puso en marcha un mecanismo que ha sido eficaz a lo largo de 25 años y que se ha convertido en un ejemplo de coordinación y cooperación en el SNS. El recuerdo del ex ministro está más presente que nunca, no sólo por haberle otorgado a título póstumo la Medalla de Oro de la Orden del Mérito al Plan Nacional sobre Drogas, sino porque su legado es la tabla de salvación de un sistema sanitario que parece condenado a no entenderse, salvo en casos de excepción.