El secretario de Estado de Investigación apuesta por posicionar a España entre los países que más y mejor ciencia producen del mundo
El texto de la nueva norma, que sustituirá a la de 1986, recoge los retos del cambio y eleva la actividad innovadora para atraer y captar talento
irene fernández
Madrid
España se posiciona ya como la novena potencia mundial en producción científica. Entre 2004 y 2008 la inversión pública en I+D se duplicó, y los últimos Planes Generales del Estado, “pese a no ser ideales”, han reflejado que la I+D sigue como prioridad para el Gobierno. Pero, tal y como aseguró la semana pasada el secretario de Estado de Investigación, Felipe Pétriz, durante un encuentro en el que explicó las estrategias en Innovación de su ministerio, “existe la necesidad de afianzar los logros hechos en nuestro sistema y buscar una nueva etapa entre los países que más y mejor ciencia producen del mundo”. O lo que es lo mismo, internacionalizar la innovación española. ¿La herramienta? La futura Ley de Ciencia, Tecnología e Innovación, actualmente en trámite parlamentario y cuya entrada en vigor está prevista para el próximo 1 de enero.
Esta norma, que sustituirá a la Ley de Ciencia de 1986, refleja “el gran cambio de España desde entonces”. Sobre este aspecto, cabe destacar que el número de investigadores se ha multiplicado por seis en nuestro país y los recursos que se dedican a la investigación se han incrementado todavía más. Estos cambios han provocado que el peso de la producción científica española en el mundo sea del 3,2 por ciento, y el número de investigadores por 1.000 de población activa sea del 6,7, por encima de la media de la Europa de los 27. Pero no es suficiente.
Por eso, la internacionalización de la ciencia es un eje fundamental de esta futura ley. “Es necesario hablar del espacio europeo de investigación y de la necesidad de avanzar en su configuración”, afirmó Pétriz. A este respecto, España ha participado de forma importante durante los seis primeros meses de la presidencia europea y, según matizó, “la norma recoge los cinco grandes ejes de nuestra Estrategia Estatal de Innovación en sintonía con las políticas marcadas a nivel europeo”.
Para afrontar los retos del cambio, la ley también contempla la creación de la Agencia Estatal de Investigación, que permitirá una gestión más ágil de las ayudas, reducir la burocracia y los controles previos, y aportar criterios científicos en los fondos.
Principio de neutralidad
Otro aspecto destacado de la norma lo supone la consideración de la pluralidad de agentes que configuran hoy el sistema y, en este sentido, el establecimiento del principio de neutralidad por el que ningún agente debe resultar privilegiado. Porque, según Pétriz, “uno de los objetivos es que no ocurra lo mismo que con la ley de 1986, que no contiene ninguna referencia a la investigación desarrollada en los centros del SNS”.
Eso sí, si algo ha cambiado desde que se redactó la Ley de Ciencia de 1986 ha sido el desarrollo de los sistemas autonómicos. “¿Quién hablaba de innovación en ese año?”, se preguntó el secretario. En ese momento, Ciencia y Tecnología copaban todo el protagonismo frente a una Innovación olvidada que, precisamente, la norma recoge hasta en su nombre.
Los dos niveles competenciales (Estado y comunidades autónomas) quedan recogidos en el texto y emplazados a entenderse y a coordinarse. “La ley debe referir gobernanza y una llamada a los dos mecanismos de coordinación, porque nuestro sistema complejo es un sistema de sistemas”, argumentó. Pero de poco sirve la coordinación si no se tiene en cuenta el recurso más valioso del sistema: las personas.
“La ley considera una definición de una carrera científica que sea predecible, personalizada, competitiva y reconocida”, precisó Pétriz. Y a todos estos ingredientes se une la capacidad de atraer talento y retenerlo, y así gozar de la máxima movilidad entre los agentes públicos y privados. Es decir, la norma consta de una disposición provisional que reconoce expresamente que el personal que preste servicio al SNS que junto a la actividad asistencial desempeñe actividad investigadora será designado personal investigador.
Además, se permitirá que un investigador que haya realizado un hallazgo pueda, en la empresa que vaya a convertirlo en negocio, aportar sus conocimientos y obtener también un beneficio. “Esperamos que de esta manera se fomente y premie la capacidad emprendedora del investigador”, afirmó Pétriz.
Para ello, la contribución del sector privado en la financiación de la innovación es crucial. De momento, desde la sociedad el cambio es evidente. Según los resultados provisionales de la quinta encuesta de percepción social de la Ciencia, los ciudadanos muestran más interés por estos temas: un 13 por ciento los considera interesantes (aumentó un 40 por ciento respecto a 2008). “Para conseguir que la Ciencia y la Innovación sean la palanca del cambio social que precisamos, es necesario que contemos con el apoyo de la sociedad”, concluyó.