El que fuera ministro de Sanidad de Felipe González entre 1986 y 1991, Julián García Vargas, es hoy miembro del consejo asesor del máster de Acceso de Talento Farmacéutico. Precisamente, su perfil cuadra perfectamente con el objetivo de este programa formativo, que, como él mismo dice, no es otro que el de “ayudar al profesional de la industria a ponerse en la piel del gestor”, en un contexto en el que reinan, por un lado, las restricciones presupuestarias y, por otro, la necesidad de las compañías de compensar la caída de ingresos derivada de la pérdida de productividad de su I+D y de la finalización de la etapa de los blockbusters. Más allá de esto, García Vargas hace para EG una radiografía de la actualidad sanitaria española, más concretamente de la actualidad farmacéutica.
Pregunta. ¿Entiende las restricciones al acceso a los medicamentos?
Respuesta. Siempre hay que ponerse en el lugar del gestor público, que está ante una situación difícil.
P. ¿Se daban casos similares durante su época al frente del Ministerio de Sanidad?
R. En aquellos años se tuvo que aplicar la Ley de Sanidad, el primer decreto de universalización… La avalancha que se produjo sobre el sistema fue enorme. Los sistemas sanitarios siempre han estado sometidos a presión financiera. Por eso, en algunos casos se retrasa conscientemente la entrada de un medicamento. Sin embargo, cuando había una enfermedad con grandes riesgos para los enfermos, y para la salud pública, como el Sida, éramos conscientes de que teníamos que actuar y en el calendario se establecían prioridades.
P. ¿Cree que la situación puede mejorar en los próximos años?
R. Tradicionalmente, Sanidad siempre ha tenido una fuerte tendencia al incumplimiento de los presupuestos. Antes se arreglaba con los presupuestos extraordinarios, con las desviaciones… Ahora se arregla de una manera que tiene efectos negativos a largo plazo, como el FLA y el plan de pago. Eso se va a ir descontando de las cantidades que les corresponden a las comunidades de los impuestos recaudados por Hacienda. Todo esto se ve venir, ya que Hacienda tendrá que cumplir con el Pacto de Estabilidad.
P. ¿Cómo era la relación con la industria farmacéutica?
R. Recibíamos la misma presión que ahora, aunque el mercado farmacéutico se ha concentrado, hay menos interlocutores y esto simplifica la interlocución. La relación con Farmaindustria siempre fue difícil. Nosotros, por ejemplo, no incurrimos en retrasos en los pagos, pero sí tuvimos que establecer un calendario para la entrada en financiación.
P. ¿Cómo ve las aventuras autonómicas? ¿Antes las había?
R. Si tienen que aprobar medidas para reducir el gasto, lo menos que pueden hacer es ponerse de acuerdo, para no marear a los pacientes. Esto ha tenido reflejo en el Consejo Interterritorial, donde cada comunidad dice una cosa en asuntos que no admiten mucha discusión. Llamaría además a afinar bien lo de los grupos terapéuticos. Y lo de comprar medicamentos por subasta en países como Bangladesh… Conozco estos países de primera mano y la calidad de la fabricación no es la misma que en Europa, o en España. Cuando me cuentan que hay controles de calidad, tengo muchas dudas.
P. ¿Se ve afectada la prestación?
R. Creo que está claro. Aunque en este sentido tengo que matizar a los que dicen que por el hecho de que haya un copago no hay adhesión al tratamiento. Puede haber una minoría de casos, para los que habría que hacer un seguimiento y ‘un traje a medida’. Hay que reconocer que en España hay un problema creciente de pobreza, y si hay casos concretos con dificultades, habría que tomar medidas urgentes. Pero tomar a la población en su conjunto por lo que le pasa a un grupo, no es justo.
P. Quizás se solucionaría con una financiación adecuada de la sanidad…
R. Vista la situación, el primer objetivo de España debería ser reducir la pobreza, y de esa forma se terminarían los problemas por falta de acceso a los tratamientos por falta de recursos. Eso hay que tratarlo como un problema prioritario. Después de este, creo que va la educación. España no va a salir de esta situación volviendo al odioso ladrillo, ni basando su desarrollo en el turismo que inventó Manuel Fraga. Hay que promover la industria, y para ello necesitamos mano de obra cualificada, y para ello educación. Y luego tenemos problemas como el de la Dependencia. Por lo tanto, la sanidad no está sola.
P. ¿Está la sanidad bien financiada, en todo caso?
R. Nunca estará bien financiada, porque las necesidades en sanidad pueden ser ilimitadas. Creo que España ha ido muy lejos. Si hay dinero hay que ser generosos, pero si no lo hay, hay que tratar de priorizar lo que tiene un carácter más grave, pone en riesgo la vida y afecta a más gente.
P. También hay falta de ingresos…
R. Está claro que la crisis económica ha propiciado una caída de los ingresos, y las comunidades lo están sufriendo. Además se han cometido errores graves como suprimir por las bravas el impuesto de sucesiones. Ahora ya se está recuperando, razonablemente, y aunque no van a implicar una recaudación muy grande van a permitir a las comunidades la obtención de ingresos por la vía de los impuestos cedidos. También tenemos una caída tremenda en la recaudación del Impuesto de Sociedades tremenda, y no tenemos el IVA de otros países. Y luego están el fraude fiscal y esas ‘multis’ que hacen ingeniería financiera y se ubican en Irlanda…
P. Y con estos mimbres, ¿cómo se financia la innovación?
R. Aquí se dan cosas poco razonables, como financiar medicamentos de dos y tres euros que usa mucha gente, y no financiar otros que van a tratamientos oncológicos, hepatitis… También hay medicamentos que han visto incrementado mucho el precio tras ser desfinanciados. Luego están los que no se sabe cómo cubren el coste del blíster y el cartoncito. Habría que ponerlo todo en la misma mesa y equilibrarlo.
P. ¿Cómo valora la innovación farmacéutica?
R. Hablamos de medicamentos que se evalúan mucho mejor que antes. Tras la evaluación de la EMA, con la contribución de la Aemps, viene la del ministerio… Luego la de las comunidades. Siempre están llegando nuevos medicamentos y tecnologías, y el sistema tendría que tener la agilidad para adaptarse.
P. ¿Comparte el argumento de los que dicen que las farmacéuticas piden demasiado por la innovación?
R. Hace 20 años, los medicamentos no estaban tan evaluados. Además hay mecanismos que la industria parece dispuesta a aceptar, como el de la responsabilidad compartida. Vamos a fijar un precio, vamos a hacer un seguimiento de los pacientes y vamos a revisar los precios en función de la eficacia. Lo que la industria exige, y con razón, es que, cuando la eficacia viene bien avalada, ¡no me lo vuelva a discutir mucho!
La presión financiera hace que algunas veces se retrase conscientemente la entrada de un fármaco”
Siempre llegan medicamentos nuevos y el sistema tendría que tener la agilidad para adaptarse”