| domingo, 21 de diciembre de 2008 h |

Pablo Martínez

Periodista e historiador

El arqueólogo Heinrich Schliemann descubrió las ruinas de Troya, un hallazgo que popularizó las leyendas relatadas por Homero hace 2.900 años sobre las guerras entre griegos y troyanos, al comprobarse que describían sucesos históricos. En el octavo canto de La Odisea se cuenta que los griegos construyeron un gran caballo de madera donde se escondieron sus mejores guerreros y lo dejaron abandonado en su retirada. Los troyanos creyeron en su victoria, se llevaron el caballo como trofeo y, para introducirlo en su inexpugnable ciudad, derribaron parte de la muralla. El resto de la historia es conocida.

Cuando todos estábamos pendientes del informe del abogado general Yves Bot en Luxemburgo sobre el ‘caso italiano’, pasó inadvertido que la cadena de droguerías Schlecker anunciaba la incorporación de medicamentos publicitarios de su propia marca, Vitalsana, a sus establecimientos. Schlecker es la primera cadena de droguerías de Alemania, 14.000 tiendas, a las que hay que añadir 2.000 en Austria, Holanda, Bélgica y Francia, y 750 en España. Además de droguería, cosmética y parafarmacia, venden artículos de fotografía y servicios de telefonía móvil.

En 2009 adquirirán 1.000 establecimientos más en ciudades de más de 3.000 habitantes. Esto me recordó al caballo de Troya. Los boticarios pendientes de la liberalización y de los planes para ampliar sus cadenas de farmacias por parte de Celesio, Phoenix, Alliance Healthcare, Carrefour o El Corte Inglés, y los drogueros por ganar posiciones. La historia sirve para intentar no repetir los mismos errores. La pugna entre farmacéuticos y drogueros ya ha ocupado más de 80 años de la historia de la farmacia entre los siglos XIX y XX.