Mario Monti, primer ministro de Italia, es un personaje conocido por los farmacéuticos. Desde EG se está informando con detalle de su decreto ley ‘Salva Italia’, para ahorrar 30.000 millones de euros, que incluye una liberalización encubierta de las farmacias, al abrir el camino a la venta de medicamentos éticos no financiados fuera de las farmacias. Algo que no ocurre en otros países desarrollados, pero que es coherente con su línea. Recordemos que entre 1994 y 2004 fue comisario europeo, primero de Mercado Interior y después de Competencia, puestos desde los que impulsó la directiva de liberalización de servicios, que en España ha tomado, tras su transposición, la forma de Ley Ómnibus. Repasando hemerotecas vemos que declaró una guerra abierta a todos los colegios profesionales a los que calificaba de “gremios medievales”. Anteriormente, como catedrático de Economía en las universidades de Turín y Bocconi (Milán), mostró su total adhesión a las tesis neoliberales.
Ahora bien, más que su actividad docente o política, lo que más ilustra sobre este personaje es su carrera en el sector privado. Ha sido director europeo de la Comisión Trilateral, un lobby del libre comercio fundado en 1973 por David Rockefeller para estrechar las relaciones económicas entre Estados Unidos, Europa y Japón. Ha formado parte, asimismo, del selecto Club Bilderberg, una conferencia privada de 130 magnates de las finanzas, que dictan directrices de política económica a los estados más desarrollados. Ha ocupado puestos de asesor en Coca Cola y… En Goldman Sachs, uno de los grupos de inversión más grandes del mundo. Allí trabajó con Mario Draghi, actual presidente del Banco Central Europeo, y juntos formaron parte del equipo que ayudó al gobierno conservador griego de Kostas Karamanlis a maquillar su déficit para que consiguiera entrar en el euro.
Con estas referencias podemos hacernos una idea del nivel de influencia que puede tener Monti, no en la política italiana, sino en toda la UE. Su aversión a toda regulación no debe pasar desapercibida y creo que los defensores del modelo de farmacia español tienen razones para preocuparse.