Pablo Martínez
Periodista e historiador
Los antiguos griegos denominaban a las maldiciones, o katadesmoi, que literalmente significa ‘ataduras’. Las oficinas de farmacia españolas sufren una doble maldición o atadura que cada día las ahoga un poco más. El progresivo desgaste de los descuentos del Decreto Ley 5/2000, que por su imperfecta actualización hace que cada vez más farmacias alcancen la facturación que las introduce en la escala de deducciones. Y el margen fijo para los medicamentos de PVP superior a 91 euros, que ya suponen el 11 por ciento de la cuota de mercado y que seguirá creciendo, puesto que la mayoría de los precios aprobados por el Ministerio de Sanidad para medicamentos innovadores supera esa cifra.
La suma de ambas ataduras o katadesmoi que ahogan a las oficinas de farmacia españolas representó en el año 2008, de media, un 5 por ciento del margen bruto de las oficinas de farmacia. Y su negativa progresión se propaga como la de la peste.
Sófocles (496 – 406 a. C.) fue una de las figuras más destacadas de la tragedia griega. La relación existente entre las maldiciones y la peste la recogió en su obra Edipo Rey. El drama se desarrolla en Tebas, ciudad gobernada por Edipo. La peste estaba diezmando a sus ciudadanos. Los tebanos consultaron a un oráculo y éste les explicó que la maldición era un castigo de los dioses contra Edipo por haber cometido los dos mayores pecados de la cultura occidental: el parricidio y el incesto.
Es decir, que Edipo, aunque sin saberlo, mató a su padre y estaba casado con su madre. Edipo, horrorizado, se arrancó los ojos y abandonó Tebas. La peste desapareció. Lo que Sófocles buscaba con sus obras tenía un sentido didáctico: el correcto comportamiento social, el que no transgrede los tabús, es agradable a ojos de los dioses y se evita el castigo.
En nuestro tiempo no puede decirse que la oficina de farmacia española haya cometido ningún pecado, aun sin ni siquiera conocerlo como le sucedió a Edipo. La doble maldición o katadesmoi que carcome a las oficinas de farmacia españolas parece más bien producto de un error, de una falta de cálculo. Eso sí, un error y una falta de cálculo con unas consecuencias que ni siquiera atisbó en su día por el legislador.