| domingo, 13 de septiembre de 2009 h |

Pablo Martínez

Periodista e historiador

Alguien me comentó una vez que lo que ocurre en Nueva York impregna al resto del planeta porque todos tratan de imitarlo. Cuando finalmente conocí esa gran ciudad tuve la impresión de estar en la capital del mundo, en el centro donde se mezclan todas las civilizaciones de la Tierra y donde finalmente acabas entendiéndote con personas cuyas lenguas de origen son muy diferentes. Por ello, pensé, Nueva York es el germen, el origen de la antítesis de Babel, de la ciudad que, según relata el Génesis, fue castigada por Yahveh a confundir sus lenguas por su soberbia de querer construir una torre que llegara hasta el cielo.

Evidentemente, muchos ya lo habrán pensado, una cosa son mis elucubraciones y otra la realidad. No obstante, una reciente ordenanza del ayuntamiento de Nueva York que gobierna Michael Bloomberg, por otra parte dedicada a las farmacias, ha despertado de nuevo mi idea de la antítesis de Babel. El pasado 20 de agosto se aprobó una ordenanza que obliga a las farmacias neoyorquinas a ofrecer información sobre la acción de los medicamentos, su dosificación y condiciones de seguridad en ocho idiomas: inglés, español, chino, coreano, francés, polaco, ruso e italiano. En caso de ser necesario, los clientes deben ser informados también verbalmente en estas lenguas. La farmacias más pequeñas están exentas de ofrecer este servicio, pero están obligadas a informar sobre las tres farmacias más próximas que dispongan de traductores. El incumplimiento de esta norma está castigado con multas de hasta 5.000 dólares. La medida puede parecer drástica, pero trata de conciliar dos realidades: que el 88 por ciento de los farmacéuticos neoyorquinos sólo hablan inglés y que uno de cada cuatro habitantes de la ciudad no conoce esa lengua.

En la ambición por el servicio se basa el progreso de las ciudades. Nuestro mundo es cada vez más multicultural y poco a poco nuestras ciudades se parecen cada día un poco más a Nueva York. No es algo para pasado mañana, pero los farmacéuticos españoles deberían irse preparando.