A pesar de los buenos augurios, los farmacéuticos deben estar preparados
| 2009-01-18T18:04:00+01:00 h |

Pablo Martínez

Periodista e historiador

La costumbre de celebrar el inicio de un nuevo año se remonta al tercer milenio antes de Cristo en el antiguo Egipto. En aquella cultura el inicio del nuevo año se situaba en el solsticio de verano, cuando la estrella Sirio, después de seis meses sin ser vista, reaparece por Oriente antes de amanecer en la misma vertical en la que después surge el Sol. Los sacerdotes habían observado que ése era un ciclo que se repetía cada 365 días y 6 horas (primer calendario solar) y que precedía a la crecida del Nilo, cuyos desbordamientos devolvían la vida y la fertilidad a las tierras resecas de una civilización agrícola. El nuevo año llegaba con promesas de abundancia y por ello se celebraba, aunque en muchas ocasiones no se cubrían esas expectativas. En otros calendarios, como el Juliano o el Gregoriano, en los que el inicio del año se ha traslado al solsticio de invierno, ha pervivido la costumbre de celebrar el inicio del nuevo año.

Para el mundo farmacéutico español la crecida de 2009, es decir, la celebración del nuevo año llega cargada de limos fértiles. La principal aportación la ha realizado, como ya ha sido comentado, el informe del abogado general del Tribunal Superior de Justicia Europeo Yves Bot sobre los casos alemán e italiano. De puertas adentro, también llegan ricas tierras de alubión.

Sin elecciones generales que detengan la marcha del Ministerio de Sanidad, existe el firme compromiso por parte del departamento de Bernat Soria de aprobar los decretos relativos a receta médica, distribución, publicidad de medicamentos y trazabilidad, algo necesario para la estabilidad y la seguridad jurídica del sector.

Pero, malditos peros, no debemos olvidar que a veces las crecidas del Nilo no respondían a las expectativas. Ha sido bueno celebrar la crecida pero los farmacéuticos españoles deben estar preparados contra plagas y sequías.