Pablo Martínez, periodista e historiador | viernes, 02 de diciembre de 2011 h |

El periodo de transición hasta la toma de posesión del nuevo Gobierno, que dispondrá de un poder casi total tras la mayoría absoluta lograda el 20-N y la alta cuota de control autonómico alcanzada en mayo, se asemeja a la convocatoria de los Estados Generales en la Francia de 1789. En aquella ocasión, Luis XVI, un monarca absoluto, ante la crisis y bancarrota que golpeaba el reino decidió recuperar los Estados Generales, una institución que había sido disuelta por su tatarabuelo, Luis XIII, en 1614. Se trataba de una asamblea de los representantes de cada estamento: nobleza, clero y burgueses, también conocidos como Tercer Estado o ciudadanos que pagaban impuestos. El carácter de la reunión era excepcional y tradicionalmente consistía en un sondeo a los representantes de los poderes fácticos del país para solicitarles un aumento de los impuestos. Conocedores del fin último de la asamblea, los diputados elegidos por cada estamento recogían un mandato de sus electores en los llamados ‘cuadernos de quejas’, memorando de las dificultades, demandas y reclamaciones de cada estamento en su territorio, para hacer constar que a ellos no se les podía pedir más.

En estos días, Mariano Rajoy, presidente electo del Gobierno, recibe masivamente los ‘cuadernos de quejas’ de los equivalentes actuales a los estamentos del antiguo régimen. Es decir, de los distintos sectores españoles territoriales, económicos o profesionales. Todos esos ‘cuadernos de quejas’ destacan las muchas dificultades de cada sector y suelen concluir que ante los muchos sacrificios ya padecidos entienden que ha llegado la hora de que las tuercas se las aprieten a otros. El sector farmacéutico español, que evidentemente ha sido uno de los más damnificados en los últimos once años, está remitiendo sus ‘cuadernos de quejas’ atomizados por subsectores. Es, en mi modesta opinión, un error de bulto. El problema es general para todos los agentes de la cadena del medicamento (industria, distribución y oficinas de farmacia) y tendrían mucha más fuerza si se pusieran de acuerdo y elaborarán un único ‘cuaderno de quejas’ que incorporara propuestas constructivas a corto y medio plazo.