| viernes, 11 de junio de 2010 h |

Pablo Martínez periodista e historiador

La palabra ‘sincericidio’ no figura en el diccionario de la RAE, pero si se busca en Internet observamos que se aplica a los amantes infieles que deciden contar un devaneo a su pareja y también a los políticos que dicen la verdad. En el caso de los políticos sólo estoy parcialmente de acuerdo y creo que únicamente lo eluden aquellos con opciones reales de llegar al poder. La pasada semana, en un foro de debate sobre la sostenibilidad del sistema sanitario organizado por la Asociación Nacional de Informadores de la Salud (ANIS), tuve la ocasión de comprobarlo.

A propósito de si el copago sanitario constituía o no una opción para reforzar la sostenibilidad del sistema sanitario, merecen la pena destacar tres intervenciones. Julio Sánchez Fierro, diputado del PP y ex subsecretario del Ministerio de Sanidad, no entró al trapo y abogó por buscar fórmulas alternativas. Alberto Fidalgo, diputado del PSOE y portavoz de su grupo en la Comisión de Consumo en el Congreso, tras ser arrinconado por mis colegas, señaló que el Ministerio de Sanidad rechaza cualquier fórmula de copago pero admitió que para el de Economía es objeto de estudio. Estoy casi seguro de que no dijeron lo que pensaban, pero a ninguno de los dos se les pasó por la cabeza hacer una reflexión más profunda, de haber avanzado entraban en riesgo de ‘sincericidio’. La tercera opinión la formuló Concepción Tarruelles, diputada de CiU y portavoz de dicha coalición en la Comisión de Sanidad del Congreso. Ella, me pareció, sí fue valiente y sincera. Afirmó que había que hablar claramente del copago, y dentro del mismo de la necesidad de revisar el actual copago farmacéutico, dado que su diseño correspondía a una época en la que las condiciones eran otras. CiU no aspira al Gobierno central y, por tanto, no incurre en ‘sincericidio’, pero tengo que reconocer que oír a un político decir la verdad resulta agradable. ¿Será por el gusto por lo excepcional?