Pablo Martínez
Periodista e historiador
Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos (…) y tienen los mismos derechos y libertades sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole”. Así comienza la Declaración Universal de Derechos Humanos, proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, después, como se sabe, de la II Guerra Mundial, la más mortífera de las ocurridas hasta ahora.
Todavía sigue siendo una meta lejana para millones de personas y, entre los que nominalmente disfrutamos de estas conquistas, todavía asistimos a frecuentes incursiones de las fuerzas de la intolerancia. Para llegar hasta aquí hizo falta que en el siglo XVIII, en las llamadas revoluciones burguesas, europeos y americanos comenzaran a reconocer los derechos del hombre y del ciudadano, sin la tutela interesada de la iglesia o la nobleza. Fue la fórmula para salir del despotismo y ejercer la propia voluntad.
El camino sigue estando salpicado de obstáculos. Las mujeres, más del 52 por ciento de los seres humanos, mantienen activa su lucha contra las discriminaciones por género. El enfermo o el paciente es otro ejemplo de ser humano disminuido en sus derechos. Hasta ahora, el desequilibrio de información entre sanitarios y/o sistema sanitario y pacientes hacía de estos últimos menores de edad en derechos. Todo para el paciente pero sin contar con los pacientes, es lema del despotismo paternalista aplicado a este colectivo. Desde hace años, en todas las reformas sanitarias, Atención Farmacéutica incluida, se proclama que el paciente es el centro del sistema, pero la verdad es que se avanza poco.
Por ello hay que saludar con mucha esperanza la reciente constitución de la Alianza General de Pacientes, una iniciativa transversal (que incluye asociaciones de pacientes, profesionales sanitarios y al propio sistema) para, en clave de igualdad, garantizar la participación real a los pacientes. Un paso decisivo para el ejercicio de la responsabilidad individual en salud.