Marta Ciércoles es periodista del diario ‘Avui’
Sí, la medida ya estaba de sobra anunciada y no ha sorprendido ni al sector ni a la ciudadanía. Pero ahora ya hay fecha: enero de 2011. Ésa es, al menos, la intención del Gobierno: poner en marcha el sistema de dispensación de fármacos en monodosis a principios del año que viene, si no hay impedimentos técnicos, según anunció hace unos días la ministra de Sanidad, Leire Pajín. De nuevo, otra medida más efectista que efectiva, pues habrá que ver el impacto final de aplicar la monodosis (unidades concretas de medicamentos, para ser más exactos) a fármacos que a día de hoy ya tienen unos precios bastante reducidos.
Paracetamol, omeprazol, amoxicilina e ibuprofeno serán algunos de los medicamentos de “gran consumo” afectados por la medida que, según el secretario general del Ministerio de Sanidad, José Martínez Olmos, ha de suponer un ahorro del 2 por ciento en la factura farmacéutica, actualmente de unos 13.000 millones de euros anuales. Un ahorro mínimo que se producirá a costa de introducir inseguridad en el actual sistema de dispensación. Ya lo han alertado los titulares de oficinas de farmacia. La manipulación humana siempre conlleva asociada la probabilidad de error. Y el error puede suponer riesgos para el paciente e inseguridad jurídica para el profesional.
Es cierto que algunas presentaciones podrían ajustarse más a los tratamientos que se prescriben habitualmente. El ministerio ya ha anunciado su intención de abordar este tema con la industria, a pesar de que tratamientos frecuentes como los antibióticos ya se han adaptado en buena medida a las prescripciones. Otra cosa muy distinta es imaginar a los farmacéuticos contando pastillas y poner en riesgo todas las exigencias de seguridad que deben cumplir hoy por hoy los laboratorios.
Desde la Administración sanitaria catalana me aseguran que casi el 80 por ciento del gasto en farmacia se nos va en medicamentos para patologías crónicas y que la mayoría de estos fármacos se presentan en envases para cuatro semanas de tratamiento. Así pues, aquí no hay lugar para el desajuste y supongo que la situación será más o menos la misma en el resto del país. Lo que parece poco creíble es que todo este desbarajuste de la monodosis venga motivado por aquellos casos de ciudadanos que visitan de vez en cuando a su médico y a los que éste les receta una caja de 30 pastillas de ibuprofeno cuando en realidad el tratamiento se limita a 15 (las otras 15 pastillas quizás acabe tomándoselas más adelante para aliviar dolores de cabeza).
Al final, la crisis obliga a anunciar medidas a golpe de titular. En sanidad, de momento, la tijera se ha cebado con el medicamento y con las nóminas del personal. Pero algún día alguien tendrá que coger el toro por los cuernos y decirle seriamente a los ciudadanos que este sistema de salud está gravemente amenazado y que la necesidad de un rescate es urgente. Ponerle el cascabel al gato tiene sus riesgos, pero es lo más honesto.