El consejero de Salud de Cataluña, Boi Ruiz lo puede decir más alto, pero no más claro. El negro horizonte que muchos auguraban en el futuro ya ha llegado, y lo ha hecho para quedarse durante mucho tiempo. La semana pasada fue la primera ocasión en la que se le pudo escuchar, fuera de Cataluña, desgranar sus medidas de control del gasto. No dejó ámbito de actuación sin comentar. Según él, se trata de unos sacrificios mucho más llevaderos e incomparables con la posibilidad de condenar al Sistema Nacional de Salud a regresar a su estructura de tres décadas atrás, si no se actúa ya.
Ruiz explicó que la situación es tan delicada que ya no basta con gastar menos. Ni siquiera con recortar los gastos. Lo que hay que hacer es gastar distinto para asignar de nuevo los costes, asignar de nuevo las prioridades. Con ello, lo esencial no perdería calidad. Ruiz está dispuesto a darle la vuelta al sistema como a un calcetín, cuestión que puede ser necesaria. Pero lo que también debería reclamar el consejero es reinventar la financiación del sistema y no solo sus gastos.
El problema de la sanidad española no es su coste, que supone solamente un 6 por ciento del Producto Interior Bruto en el ámbito público. El problema de la sanidad española es que, junto con la educación y la dependencia, al menos en el caso de Cataluña, supone más del 55 por ciento del presupuesto. Con ese porcentaje de gasto hipotecado es muy difícil poder llevar a cabo políticas de austeridad sin tocar nada en más de la mitad de la tarta de los presupuestos autonómicos.
Lo que debería proponer Ruiz, al tiempo de todas las reformas que está poniendo en marcha, es un cambio real de la financiación, al menos en todo lo referido a la sanidad y específicamente a la farmacia. No es lógico que una partida de gasto, como el farmacéutico, que supone un 1,5 por ciento del PIB sea una de las principales preocupaciones de la sostenibilidad de las cuentas públicas. Además de apretar a fondo el cinturón porque no hay dinero, ha llegado el momento de iniciar los cambios para la financiación sanitaria. Esa será la única manera de conseguir que la tormenta que tenemos encima nos deje y se despeje, de nuevo, el horizonte.