La victoria pírrica de Rodríguez Zapatero con el Real Decreto Ley 8/2010 tendrá consecuencias
industriales, por mucho que Sanidad las quiera minimizar. Esta vez puede ser la definitiva
Otra victoria como ésta y volveré solo a casa”, dijo Pirro, rey de Epiro, tras contemplar el resultado de la batalla contra los romanos que había costado la vida a miles de sus hombres. La victoria de José Luis Rodríguez Zapatero puede considerarse pírrica en más de un sentido. Políticamente sólo habrá que esperar al otoño para ver qué consecuencias trae su soledad parlamentaria a los próximos presupuestos. Industrialmente, quitarle al sector un 20 por ciento de su facturación tiene que tener consecuencias en empleo e inversiones, por mucho que Sanidad las quiera minimizar.
Pero es que la historia juega en contra del sector farmacéutico. Se extiende la idea de que su beneficio es de chicle, y se ve al sector como un agorero, como Pedro, el pastor de la fábula, de modo que por mucho que avisa de que llega la ruina al sector, sus beneficios son tan grandes que siempre hay margen de recorte.
Ahora bien, si al cabo de varios años de avisar que viene el lobo las predicciones no se han cumplido, o no se han producido en la cuantía anunciada, a nadie se le ocurrirá pensar que quizá sea porque farmacias, distribuidoras y compañías farmacéuticas se han ajustado, aún más, el cinturón. O porque, a escala internacional, las filiales han realizado un esfuerzo para convencer a sus matrices de la importancia de seguir apostando por España.
Es decir, si el empleo y las inversiones no han caído en la medida que se ha anunciado tal vez sea porque farmacia, distribución e industria han tenido éxito en la búsqueda de la eficiencia, ese concepto tan abstracto que buscan todos los gestores para el SNS y del cual estos tres agentes dan muestras sobradas cada día. Es un claro ejemplo de que el éxito de estos gestores a corto plazo se puede volver en su contra a medio plazo.
Hoy la historia se repite y es posible que esta vez el ajuste de la eficiencia no baste ante un peligro que siempre ha sido real. Condenado a no ser entendido, quizá se diga entonces que farmacias, distribuidoras e industria no han sabido ajustarse el cinturón o que las filiales no han sabido convencer a sus matrices. Y entonces llegará el lobo y se comerá a Pedro y, de paso, a Pirro.