Algo huele podrido en Dinamarca. Eso les decía Marcelo a Hamlet y Horacio en el drama de Shakespeare. Hoy, esta obra sigue siendo un reflejo atemporal aplicable a todo un sinfín de actos de dudosa sinceridad. No obstante, si algo nos diferencia hoy de Hamlet es que estamos tan acostumbrados a la manipulación que quizá se ha perdido esa imperiosa necesidad de exigir que se distinga el grano de la paja, la verdad de la mentira.
Hace unos días, el Financial Times aconsejaba a Rajoy dejar a un lado el partidismo a un lado y pedir el rescate. Pero no es ni de lejos el único ejemplo, en un país que, a pesar de no dejar de hablar de pactos, a diario constata cómo el partidismo domina las comisiones de investigación.
Sanidad no se libra. El Pacto se defiende y se bombardea a partes iguales. Así, la semana pasada Galicia pasó a ser la única comunidad gobernada por el PP que seguirá atendiendo a todos sus inmigrantes irregulares… Curiosamente es también la única comunidad del PP que se enfrenta a unas elecciones.
Los datos del gasto farmacéutico habían sido un terreno sacrosanto en este sentido. Pero cuando la lucha política y el partidismo han entrado en el terreno de esta gestión ha ocurrido lo impensable: por primera vez en la historia se puede dudar de la veracidad de los datos de facturación.
La realidad es que los datos del gasto de julio no son concluyentes para nadie: no pueden servir para que Ana Mato diga que el copago es la panacea, ni para que Rafael Bengoa diga que no es útil.
Por el momento, el análisis de EG en base a los datos de junio y julio arroja un descenso del número de recetas de entre el 2,5 y el 3 por ciento. Pero ni siquiera esto puede convertirse en un axioma. Julio es un mes peculiar, afectado por los desplazamientos del periodo vacacional. Y esta es una herramienta que hay que valorar a largo plazo, que necesita, como bien dice el consejero vasco, una evaluación técnica, y no sólo política, de su impacto real.
¿Cuál debe ser el fin? ¿Trasladar la verdad o utilizarla? Al final, como en Hamlet, solo nos queda la duda. Y la única verdad que hoy debe contar es que no estamos en tiempos de partidismos, sino de política.