| viernes, 08 de junio de 2012 h |

Los Premio Jaime I son el aliciente que el sistema español de I+D necesitaba tras una semana horribilis. No se entiende que cuando todo el mundo habla de empezar a aprobar medidas para el crecimiento sólo se siga insistiendo en la austeridad. ¿Puede un país apostar por la recuperación con su Ciencia en rígor mortis?

Bruselas lo ha dicho en sus conclusiones a los planes de reforma: hay que empezar a crecer, y para eso hay que apostar por campos específicos como la I+D. Pero España ya había dejado de hacer los deberes en 2010. “No ha progresado” ni en gasto en I+D, ni en creación de empleo. Y eso que sus datos no tienen cuenta el bajón de 2011, que hace dos semanas fue puesto de manifiesto por el INE. Pero la puntilla está por venir. En un escenario como el actual, la congelación es casi una bendición. Y como muchas especies raras, está en peligro de extinción. La política científica que tiene pensado implementar Carmen Vela tiene al sector investigador con el alma en vilo.

Para empezar, no ha gustado que eligiese la revista Nature como vía para exponer sus vías de trabajo. Mucho menos ha gustado su contenido: reducciones de ayudas anuales del programa Ramón y Cajal para jóvenes investigadores (de 250 a 175) o las posdoctorales Juan de la Cierva. Y menos todavía algunas de sus valoraciones, como que el sistema español de I+D no es “tan grande” como para “justificar el pago a tantos investigadores”.

El problema en España no es que haya muchos investigadores. El problema es que en España los investigadores están descoordinados (no los de las empresas, claro), y en muchos casos duplican trabajo, un pecado mortal en época de crisis. El problema es que en España la investigación ha sido considerada como un fin (un fin para publicar, un fin para añadir una línea más en el currículo) y no como un medio (un medio para mejorar la vida de las personas, un medio para mejorar la economía y competitividad del país), algo que está colocando las capacidades del sistema español de Ciencia ante su fin. Quizá cuando esta mentalidad cambie España pueda plantearse unos nuevos Objetivos de Lisboa.