Bartolomé Beltrán
Jefe de servicios médicos A3Media
| viernes, 11 de julio de 2014 h |

El RDL 5/2000 convulsionó las diferentes áreas de la Sanidad. La sorpresa fue paralela al desengaño y nadie sospechaba que un Gobierno llevara la liberalización y las reformas a esos extremos. Surgieron frases en los sectores conservadores y liberales del sistema sanitario, sobre todo en el ámbito farmacéutico, que propiciaron aquella de: “Cuidado que vienen los nuestros”. En ese año ETA asesinó al ex ministro socialista Ernest Lluch. Quizá el año venía marcado por la negatividad, aunque los números del Gobierno se ajustaban mejor con decisiones imprevistas. A lo mejor es que se trataba del Año Mundial de la Matemática y eso les puso a sumar y restar.

En el proceso de decisión del Gobierno de entonces, liderado por el vicepresidente segundo y ministro de Economía, Rodrigo Rato, pesaron en ese momento dos elementos: la pujanza en la agenda política del PP de los deseos de implantar políticas liberales-liberalizadoras reformistas y el descontrol del crecimiento interanual del gasto público en medicamentos.

El debate interno de los populares descafeinó el programa liberalizador, pero la línea de trabajo que veía en la producción normativa una herramienta de contención del gasto farmacéutico se quedó para siempre. La ministra Celia Villalobos y su asesor de referencia en aquel momento, Ramiro Rivera, no se opusieron (independientemente del peso relativo de Rato en el Gobierno), aceptando de buena gana que les arreglasen el capítulo de Farmacia desde fuera en un momento en el que no todas las comunidades tenían transferidas las competencias sanitarias. Y, de paso, en esa negociación interna, limitaron el alcance de la privatización incipiente del SNS (a la que Villalobos siempre se opuso), reduciéndolo a la implantación del ‘modelo Alzira’ en Valencia, liderado por Alberto de Rosa. Otros proyectos, como la desgravación en el IRPF del aseguramiento privado, quedaron guardados en el cajón.

El RDL se impuso sin negociación real, a pesar de la imagen de acceso directo al Ministerio de Sanidad (la clave estaba en Economía, no en Sanidad) por parte de Pedro Capilla, entonces presidente del CGCOF, y los farmacéuticos consideraron una traición esa medida, ya que el programa electoral del PP recogía el respeto explícito al modelo español de farmacia. El RDL 5/2000 fue el primer gran desengaño político de la era democrática, erosionando el relato simbólico dominante en la comunidad farmacéutica, en cuyo imaginario seguía estando presente el hecho de que el modelo regulado español nace en un decreto de postguerra civil (1941). Los populares les habían fallado y nunca más volverían a confiar del todo.

A partir de ahí, la farmacia se ha visto sola ante el fantasma de la liberalización y, cada vez que los farmacéuticos han protestado por una nueva medida de recorte, la Administración, central y autonómica, ha invocado ese fantasma. Esa estrategia ha funcionado, a tenor de los hechos. Es lo que hubo.

El RDL se impuso sin negociación real, a pesar de la imagen de acceso directo al ministerio

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