Santiago de Quiroga
La diversidad cultural europea se pone de manifiesto en la misma concepción de la sanidad. Tal es así, que la subsidiariedad, el argumento para que la UE o sus instituciones no se inmiscuyan en los asuntos nacionales, no facilita precisamente una visión europea. Por mucho que la OMS realice un ranking de sistemas sanitarios, y nos ponga bastante bien, estamos midiendo conceptos muy diversos. ¿Es eso bueno? ¿Debemos caminar hacia una visión de la salud más europea?
El reciente Consejo Europeo de ministros de Sanidad decidió una agenda común europea contra la pandemia de gripe A/H1N1. Muchas voces se están alzando para que la UE tenga un papel destacado en materia de salud, más allá de algunos asuntos de salud pública. Poco importa que la regulación europea influya en el 75 por ciento de la normativa de cualquier país, vía adaptación de directivas: ya hay voces que reclaman dotar a la propia Comisión Europea de un presupuesto acorde, y empezar a superar barreras culturales cuando éstas suponen una merma de derechos.
José Manuel Durao Barroso, presidente de la CE, ha incluido objetivos sanitarios en su discurso, por primera vez. Son tiempos de cambio: nuevo Parlamento Europeo, nuevos comisarios, en breve, y una nueva forma de entender el diálogo que viene del artículo 11 del Tratado de Lisboa.