Santiago de Quiroga
No puedo evitar volver a mencionar a Gilbert K. Chesterton con una de sus célebres frases: “Cuando una cosa merece la pena, incluso merece la pena hacerla mal”. Y es que la afirmación parece pensada para situaciones como la votación que tuvo lugar el miércoles pasado en el Congreso de los Diputados a propósito del plan de recorte del gasto que ha impulsado Trinidad Jiménez. Todos los diputados, sin excepción, votaron a favor de un recorte del precio de los medicamentos que los grupos políticos de la oposición, también sin excepción, han criticado. Parece, por tanto, que una norma a la que nadie ha querido darle su apoyo, ha sido aprobada con total apoyo.
A estas alturas, todo es posible, incluso el “ahora o nunca” que debe permitir reinventar modelos que funcionen y creen empleo. Sin quererlo ningún grupo político de la oposición, sólo nos confirma que estamos ante una emergencia nacional. ¿Qué ocurrirá ahora con unos genéricos sin margen? ¿Y con las inversiones en España de una industria innovadora sin precios competitivos? ¿Y con el empleo que aportan unas compañías cuya cuenta de resultados cae como las cacas de paloma sobre el parabrisas del coche?
No puedo evitar pensar que Chesterton se equivocaba: cuando algo merece la pena, hacerlo mal duplica el trabajo: otro deberá resolver lo que no hiciste de forma correcta. Y mientras tanto, la salud mental de los ejecutivos del sector y de sus representantes se empieza a ver seriamente comprometida.