Santiago de Quiroga
El riesgo de romper la cohesión de la sanidad en España se ha incrementado con la crisis. Algunas comunidades autónomas en el pasado manifestaron su preocupación por las diferencias que existían en territorios colindantes: si en una región no se facilita el acceso a determinadas prestaciones clínicas, de vacunaciones o terapéuticas, los pacientes pueden intentarlo en la comunidad vecina. Los pacientes buscan dentro de España lo que algunos vecinos europeos aquí con el turismo sanitario al grito de: “Sol, playa y asistencia sanitaria”.
Han tenido que ser las sociedades científicas, y de entre ellas, la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria, las que hablen alto y claro sobre la realidad de las nuevas trabas al acceso de los pacientes a los medicamentos aprobados por el Gobierno. Y es que se encuentran con barreras diversas, como si el único recurso para contener el gasto fuera la política farmacéutica. Hace un par de años, ya se denunció la desigualdad en el acceso a medicamentos oncológicos por parte de algunas autonomías. Pero el riesgo afecta también a patologías como el VIH/sida, con pacientes cuya esperanza de un tratamiento innovador no puede depender de las trabas administrativas. Ni tampoco de refuerzos negativos, como los desincentivos a los médicos. Incentivar el ahorro a costa de la calidad es un riesgo peligroso.