Santiago de Quiroga
Todavía no hemos sufrido en el sector los desastres de una pandemia a un nivel que ahora se antoja probable. Pero estamos inmersos, casi sin saberlo, en el devastador efecto de la rotura de las agendas a consecuencia de la gripe A. No eran pocos los que temían la venida de una ministra con “perfil político”, y se llevaban las manos a la cabeza pensando que, una vez más, la sanidad iba a ser el escenario de una de las batallas más duras entre gobiernos y oposiciones de este país. Pero ya desde estas columnas y desde este semanario hemos destacado el notable alto en la gestión de una ministra, Trinidad Jiménez, que ha subido el listón de la política sanitaria con la gripe A, en estas importantes fases previas al otoño caliente que viene.
El tirón mediático de esta nueva pandemia ha impulsado también a un secretario general que ha sido clave por sus dotes tanto técnicas como políticas, con ya una amplia experiencia de más de una legislatura sanitaria. Otro acierto de la ministra Jiménez de rodearse de los buenos. Tan sólo un asunto no menor está ahora en el debate, en relación a la población a vacunar. Algunos países quieren vacunar a una mayor proporción de la población: Grecia abrió la caja de Pandora al anunciar a comienzos de agosto su intención de vacunar a toda la población, y el PP está apretando con esto.