Sergio Alonso
Redactor jefe de ‘La Razón’
| viernes, 14 de marzo de 2014 h |

Resulta llamativo que mientras Ana Mato y Elvira Sanz se hacen la foto de familia y escenifican una paz y un entendimiento sin parangón entre el Ministerio de Sanidad y Farmaindustria, la secretaria general, Pilar Farjas, se empecine en echar mano de la llamada atención transfronteriza para generalizar la prescripción por principio activo. Sin embargo, así es, así ha sido siempre y así será. Por un lado, se firman acuerdos de buenas intenciones entre las administraciones públicas y las compañías, y por otro se mantienen cuitas o se reactivan otras nuevas sin que nadie parezca rasgarse las vestiduras. Tras el pacto alcanzado, subyacen algunos asuntos espinosos que van in crescendo por momentos. Uno es el ya mencionado. La incorporación a España de la directiva en sentido literal, tal y como lo ve Farjas, puede hacer saltar por los aires las licencias, afectando incluso a productos nuevos y no tan solo a los antiguos. Pero más allá de todo ello, si se cumplen las intenciones del alto cargo ministerial, podría abrirse una brecha entre compañías españolas e italianas, por un lado, y las multinacionales, a las que las licencias les suponen un problema menor, por no decir, inexistente.

Pero hay más. Están los precios de referencia, antes tan vilipendiados por las grandes compañías y ahora tan esperados por Farmaindustria, porque cree que su llegada puede frenar otras medidas más duras para los laboratorios que se están fraguando en las cocinas del ministerio, ahora que la caída del gasto tiende a aminorarse. El caso es que la rapidez de su llegada puede abrir otra brecha entre empresas grandes y pequeñas, por los efectos que tiene la rebaja de precios incorporada. Otro asunto cercano a este último es el de la revisión de precios a aquellos productos que llevan más de diez años comercializados y no hayan entrado en precios de referencia, como los biológicos. El principio, el Ministerio de Sanidad podría cambiar el precio cuanto quiera y en el momento que quiera. El ejemplo paradigmático es el superventas Humira, de AbbVie. El producto, que factura en torno a 250 millones al año, cumple ahora diez años. ¿Cuánto se le podría bajar el precio a éste y otros medicamentos en la misma situación?

Además de estos asuntos que constituyen motivo de discordia y casan mal con la filosofía que incorpora el pacto recientemente suscrito, hay otros también calientes como el del pago a proveedores o las centrales de compras, sin aludir a más para no correr el riesgo de ser cansinos. El hecho es que el buen entendimiento alcanzado entre Mato y Sanz debería ir secundado de acciones o gestos por los partes porque, si no, será sólo otro papel mojado que no garantiza la estabilidad para nadie.

¿Qué alto cargo del Ministerio de Sanidad va aireando la tesis de que la industria es muy “mala” porque pone precios tan altos que los españoles no pueden acceder a las medicinas nuevas?

¿Por qué extrema tanto el celo Farmaindustria a la hora de informar a sus asociados de las inequidades consignadas en el informe de Boston Consulting Group?

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