fRancisco rosa Madrid | viernes, 28 de septiembre de 2012 h |

La industria farmacéutica lo repite por activa y por pasiva: no se pueden seleccionar los tratamientos pensando exclusivamente en el coste directo que representan, sino en la repercusión que esa elección tiene para los pacientes y para el propio sistema más a largo plazo. Y es este mismo argumento el que defienden las compañías que han desarrollado los nuevos anticoagulantes orales, dabigatrán y rivaroxaban (además de apixaban, que está a la espera del dictamen de la Comisión Europea) contra la nueva guía de utilidad terapéutica de la Aemps para el uso de estos fármacos para prevenir el ictus en pacientes con fibrilación auricular. Esta llama a “tener en cuenta el impacto presupuestario de la sustitución de los antagonistas de la vitamina K (AVK) por los nuevos anticoagulantes”.

A este respecto, Beatriz Vicén, directora de Public Affairs de Bayer lo tiene muy claro: “Bayer está altamente comprometida con la sostenibilidad del sistema, pero defiende que el paciente tenga acceso al tratamiento anticoagulante más adecuado según su situación clínica y con independencia de la situación económica”.

En esta misma línea se ha pronunciado Boehringer Ingelheim. Fuentes de la compañía reconocieron a EG que la eficiencia debe ser un aspecto a tener en cuenta en las guías terapéuticas, aunque consideran que en estas deben primar los criterios de “efectividad y seguridad” de los medicamentos. Lo ideal, dicen, es que las recomendaciones sirvan para que “el profesional sanitario tenga una acertada orientación para tomar la mejor opción para su paciente”.

Guía necesaria

Y eso es precisamente lo que las compañías más valoran de estos documentos, el hecho de que supongan una herramienta para dar una orientación definida a la introducción y seguimiento de nuevos tratamientos. Eso sí, insisten en que son los criterios clínicos los que tienen que prevalecer, y advierten que en la evaluación de estos medicamentos “no solamente hay que valorar el coste directo de los mismos, sino los costes asociados a la propia enfermedad”.

Para dar más solidez a su postura, desde Bayer apuntan a la reciente actualización de las recomendaciones sobre el manejo de la fibrilación auricular de la Sociedad Europea de Cardiología, que ponen en el mismo nivel de acceso a los anticoagulantes orales en base a criterios estrictamente clínicos. En este sentido, la responsable del laboratorio apuesta porque la Aemps reconsidere algunos puntos de la guía para que alinearse a las conclusiones de la ECS.

Otro aspecto que introduce la nueva guía de la Aemps y que no convence a las compañías es el hecho de que se quiera limitar a un subgrupo de pacientes la prescripción de los nuevos anticoagulantes y continuar con su generalización de forma pausada y en base a la acumulación de conocimiento derivado de la experiencia clínica. Según Ignacio Fernández, presidente de la sección de Electrofisiología y Arritmias de la Sociedad Española de Cardiología (SEC), esta es otra de las consecuencias de la crisis. “Si extrapolamos el modelo de Estados Unidos, con menos restricciones económicas, en estos momentos deberíamos tratar a un 25 por ciento de los pacientes con ACO’s y solo los reciben un 4 por ciento”.

En cambio, lo que sí ha caído bien en el seno de las compañías es el hecho de que la nueva guía sirva para unificar los criterios de utilización de los anticoagulantes en todo el territorio nacional, la única forma de acabar con las inequidades territoriales que se han venido dando hasta ahora.

La Aemps recomienda tener en cuenta el impacto presupuestario de la sustitución de los anticoagulantes

En Estados Unidos se prescriben los nuevos ACO’s al 25 por ciento de los pacientes y en España solo al 4 por ciento