La resolución de las cuartas subastas de medicamentos de Andalucía ha servido para darnos cuenta de los grandes problemas que el sistema presenta incluso para las compañías participantes, así como para pensar en la escasa transparencia de lo que ocurre realmente con las aportaciones por mejoras que realizan los laboratorios.
En esta ocasión, ha resultado más evidente que en las anteriores las situaciones absurdas que se pueden llegar a dar con las mejoras. Me resulta muy llamativo el hecho de que algunas de las mejoras que se han propuesto superen incluso el precio de venta laboratorio (PVL). De este modo, con cada dispensación, la compañía no solo no ganaría nada sino que tendría que poner dinero para hacer frente a su mejora. Esta situación se verá más agravada por la obligatoriedad de reducir los precios por la entrada en vigor de los nuevos precios de referencia.
Bastantes de las presentaciones adjudicatarias tendrán que reducir sus precios por la entrada en vigor de los precios de referencia, cayendo estrepitosamente sus márgenes, puesto que la mejora, en teoría, es inamovible. Eso con las recientemente adjudicadas, pero también con las que lo fueron en las ediciones anteriores, que afrontan la primera revisión de sus precios de referencia desde que fueron adjudicadas. Hasta ahora solo se habrían visto afectadas por la evolución de las agrupaciones homogéneas.
Un ejemplo: Ranbaxy se adjudicó en las primeras subastas simvastatina 20 mg 28 comprimidos para Huelva, Jaén y Málaga. El PVP en aquel momento era de 2,11 euros y la mejora ofertada por la compañía india fue de 0,729 euros, que suponía el 53,9 por ciento del PVL. A día de hoy esa presentación tiene un PVP de 1,58 euros. De este modo, por cada envase dispensado, la compañía ha pasado de obtener 0,832 euros a solo 0,283. Una pérdida del 66 por ciento de su margen si, como dicta la regulación, el Servicio Andaluz de Salud (SAS) obliga a las compañías a mantener su mejora en los mismos términos en los que se produjo en su momento. Todavía peor es el caso de KRKA, cuyo Karbicombi 16/12,5 tiene ahora un PVL inferior a la mejora ofrecida en las segundas subastas.
En un análisis más amplio seguro que salen numerosos ejemplos en los que las adjudicatarias pierden dinero. ¿Pero esta situación real de evolución de los precios, hace que las compañías se replanteen su posición ante las subastas? Pues en algunos casos sí, y en otros no. Ranbaxy, por ejemplo, no ha aprendido y ha replicado el mismo modelo de mejoras que suponen un elevado porcentaje sobre sus precios. Las siete adjudicaciones que ha logrado en las cuartas subastas tuvieron mejoras entre el 41,6 y el 63,4 por ciento de su PVL. Por el contrario, otros lo han analizado y han determinado que no era ni necesario ni posible realizar esos descuentos. Un caso es Aristo Pharma, que se ha llevado 32 adjudicaciones y cuyas ofertas de mejora van del 0,89 al 39 por ciento, con una mediana del 3,3 por ciento.
Si las compañías analizaran, como ha hecho Aristo, lo que puede suponer la evolución de los precios en el plazo de dos años para sus márgenes, tras corregirlos con la mejora, tal vez no habría subastas porque al SAS no le puede interesar, excepto políticamente, unas subastas con un descuento del 3,3 por ciento, o incluso menos.
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