Un estudio editado por la Junta andaluza ve “mejorable” el copago español

Jiménez rechaza el copago pero plantea una tasa por usar los centros de salud

| 2010-06-11T16:59:00+02:00 h |

Llamémoslo ‘tasa’…

Cuando una puerta se cierra, se abre una ventana, como la que el Ministerio de Sanidad abrió la semana pasada. En declaraciones a Cuatro recogidas por EP, la ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, confirmó el rechazo de su departamento al copago, pero añadió una frase que dio lugar a todo tipo de rumores. “Si lo que queremos es disuadir a la gente de que vaya a los centros de salud cuando no haga falta, lo que tendremos que pensar es si necesitamos introducir algún tipo de tasa para aumentar la recaudación y hacer más sostenible el sistema”, dijo, al tiempo que hizo referencia de su puesta en marcha en países de nuestro entorno.

Otro ‘no’ al copago, con su correspondiente alternativa, se oyó durante la presentación del Instituto para el Desarrollo e Integración de la Sanidad. Su secretario general, el director general del Grupo Hospital de Madrid, Juan Abarca Cidón, defendió la integración de los recursos de la sanidad privada y la pública para evitar duplicidades, como una medida que favorece la sostenibilidad, en lugar de hablar de copago.

carlos b. rodríguez

Madrid

La pasada semana comenzó la nueva selectividad, y José Luis Rodríguez Zapatero tiene difícil el aprobado. En el primero de los tres análisis que hará este mes, Bruselas ve insuficiente su programa de ahorro, y cree que harán falta medidas adicionales más allá de 2011. Pone el acento en la reforma laboral y el sistema de pensiones. ¿Será necesario también el copago? Sanidad ve prematuro hablar de ello, aunque el debate sigue en caída libre. La semana pasada, partidos, profesionales y empresarios respondieron al silencio del Interterritorial. El único mensaje que parece claro es que, se apueste o no por esta fórmula, ha llegado el momento de definir los términos del debate.

La necesidad de introducir fórmulas de copago como medida disuasoria para reducir el gasto sanitario se generaliza cada vez más. Aparece, por ejemplo, como uno de los puntos del documento “Objetivo: competitividad”, que la semana pasada presentaron las tres patronales de empresarios de la Comunidad Valenciana. El gran problema del debate es que nadie tiene claro de qué se habla: ¿sanitario o farmacéutico, y de qué tipo? “Habría que definir a qué nos referimos al hablar de copago”, señaló el diputado socialista Alberto Hidalgo durante el I Club de Debate de ANIS celebrado la semana pasada en Madrid. Aún así, asegura el PSOE que Sanidad no lo plantea. Tampoco al PP se le pasa por la cabeza, tal y como recordó Julio Sánchez Fierro.

Pese a ello, la puerta abierta al debate muestra que algo se mueve, también, en la Comisión de Sanidad. Su presidente, el diputado de IU Gaspar Llamazares, advierte que el copago supondría “casus belli” en el ámbito político y significaría romper el Pacto por la Sanidad. El presidente de la Comisión de Sanidad de la Cámara Baja ha recordado además que el copago fue rechazado por unanimidad en la Cámara Baja.

Pero ha llovido mucho desde entonces, y el debate del copago parece que esta vez va a quedarse. Ana Oramás, de Coalición Canaria, preguntó hace poco en el Pleno del Congreso si no sería el momento de sentarse a hablar del tema. Y en la propia Comisión de Sanidad, la portavoz de Sanidad de CiU, Concepciò Tarruella, habla de copagos disuasorios en sanidad, y pide especialmente reformular el copago farmacéutico. Ahora bien, ¿cómo hacerlo?

¿Qué copago farmacéutico?

Si hay algo que caracteriza al copago de medicamentos en la UE es su enorme heterogeneidad. Así lo pone de manifiesto un estudio editado por la Junta de Andalucía que considera el español “muy susceptible de ser mejorado”. La razón, según sus autores, es que pese a no presentar grandes requerimientos informativos y ser sencillo de gestionar, “carece de buenas propiedades”, tanto de eficiencia como de equidad.

La clave parece estar en las variables que se utilicen para calcular el valor de la aportación de los ciudadanos. En Europa los sistemas son relativamente sencillos. España es un buen ejemplo en cuanto a pocas variables. En el extremo opuesto estaría Bélgica. Allí, el copago varía en función de la renta y de la relevancia del medicamento: fármacos ‘vitales’ son dispensados sin copago, mientras que otros pueden tener un copago de hasta el 80 por ciento.

Pero ni el belga, tal y como está diseñado, es cien por cien justo. Plantea un problema especialmente relevante en el caso de pacientes graves y con posibilidades limitadas de curación con el arsenal terapéutico disponible. La cuestión es: si los tratamientos existentes para combatir una enfermedad no son muy eficaces, ¿por qué deberían esos pacientes enfrentarse a copagos mayores? Los autores defienden en este caso un copago como el danés, que incorpora una cláusula de gratuidad para pacientes con situaciones médicas irreversibles.

¿Hay entonces un copago farmacéutico ideal? Para los autores del estudio, investigadores de la Universidad Pablo de Olavide, es aquel que incorpora mucha información, de manera que permite “personalizar” los niveles de copago para los pacientes en función de sus características personales (socio-económicas), el tipo de enfermedad y el fármaco que requieren.

Como contrapartida, este copago complicaría la gestión del sistema y haría necesario un uso intensivo de las tecnologías de la información. Además, la controversia social que genera hace que una reforma sea, para los autores, “poco previsible” a corto plazo. Preguntada sobre el estudio, la propia consejera de Salud andaluza, María Jesús Montero, ha respondido que el copago no reduce consumos innecesarios, crea inequidades y abre la puerta a una nueva burocracia.