La pandemia de la COVID-19 ha obligado irremediablemente a adaptar la asistencia sanitaria y/o plantear nuevos modelos asistenciales. En lo positivo, los efectos del SARS-CoV-2 ha permitido abrir los ojos a nuevas prácticas en la atención a los pacientes que, pese a atisbarse beneficiosas, quizá necesitaban ese ‘empujón’ que propicia (ahora) la necesidad o urgencia.
El entorno hospitalario focaliza buena parte de estos cambios. Ejemplo de ello es la dispensación de tratamientos a pacientes externos, en la cual, desde marzo de 2020, viene ganando protagonismo la entrega en el domicilio del paciente… O en su oficina de farmacia de referencia, una versión alternativa por la que apuestan varias CC.AA y que cuenta con el beneplácito del Ministerio de Sanidad. Cabe recordar que la “dispensación coordinada entre farmacia hospitalaria y farmacia comunitaria”, como la denominó recientemente la ministra Carolina Darias, está previsto que sea recogida en la reforma de la Ley de Garantías que acometerá el Gobierno.
Por ello, dado el protagonismo que puede adquirir la telefarmacia en la agenda del nuevo curso político, EG hace repaso del pasado, presente y (posible) futuro de este servicio. Desde las primeras experiencias puestas en marcha a iniciativa propia de los servicios de Farmacia hasta los actuales modelos protocolizados transversales que ya ‘suman’ a otros agentes de la cadena del medicamento, como la distribución farmacéutica. Entre medias de esta evolución, también la progresiva aceptación, al alza, de los pacientes por la telefarmacia.
Un ‘neonato’ que crece deprisa
Más asentada en países con sistemas sanitarios distintos al nacional, la telefarmacia en España puede considerarse aún un fenómeno ‘nuevo’. Una suerte de neonato que crece a pasos de gigante pero que aún tiene por delante varias etapas para su completo desarrollo.
Para localizar las primeras experiencias nacionales apenas hay que echar la vista unos años atrás. Casi todas con un patrón común: pilotajes emprendidos motu proprio por Servicios de Farmacia con apoyo de la industria farmacéutica, para grupos muy reducidos de pacientes… y con tratamientos como los antirretrovirales como denominadores comunes de estas pruebas. ¿El motivo? Se trata de pacientes crónicos habitualmente muy familiarizados con su medicación, lo que permitía ‘experimentar’ la entrega no presencial acompañada de teleconsulta.
Así, los pacientes con VIH fueron los primeros en beneficiarse de la telefarmacia, junto a otros colectivos afectados por patologías como fribosis quística, psoriasis, esclerosis múltiple, etc. Las primeras iniciativas se sitúan en los hospitales Virgen de las Nieves (Granada), Virgen de la Macarena (Sevilla) y La Princesa (Madrid), entre 2018 y 2019.
Respecto a esta mayor flexibilidad en la dispensación de medicamentos a pacientes VIH, José Manuel Martínez Sesmero, jefe de Servicio de Farmacia del Hospital Clínico San Carlos (Madrid), recordaba en declaraciones recogidas por ReVIHsta, magazine especializado en VIH, que “es un win-win; para el paciente, porque venir al hospital no le aporta nada, y para el profesional porque puede gestionar mejor su tiempo y aportar al paciente valor de verdad cuando lo necesita”. “La pandemia ha sido un revulsivo, un recordatorio categórico sobre algo que venimos hablando desde hace mucho tiempo; se puede trabajar de otra manera”, añadía a este medio.
El beneplácito de los pacientes
Sería imposible atisbar futuro para la telefarmacia si no se contase con el beneplácito de sus beneficiarios directos.
En este sentido, diversos estudios emanados desde la propia farmacia hospitalaria corroboran la adhesión ‘a la causa’ de los pacientes. Uno de ellos, promovido por el Servicio de Farmacia del Hospital Universitario Sant Joan de Alicante a través de encuestas a los pacientes beneficiarios de telefarmacia —recogido también por ReVIHsta— resultó que el 99,3 por ciento manifestó su satisfacción por el servicio prestado; y el 76,2 por ciento prefería seguir recibiendo la medicación en su domicilio una vez se supere la pandemia si no es preciso ir al hospital por otro motivo.
Incluso, dos de cada tres encuestados (66 por ciento) se plantearía un posible abono del servicio (costes del envío) para mantenerlo, si bien es gratuito.
Presente y futuro: la farmacia como aliada
Una encuesta de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria (SEFH) apenas meses después de la irrupción del coronavirus ya corroboraba la rápida expansión de la telefarmacia: el cien por cien de los Servicios de Farmacia consultados (185) ya la había implantado en mayor o menor grado en mayo de 2020.
Asimismo, frente a las primeras experiencias que englobaban a apenas decenas o centenares de pacientes, la SEFH fijaba en más de 116.000 los pacientes que ya no tenían que desplazarse al hospital a renovar su medicación. Ello suponía en torno al 20 por ciento del total de pacientes externos que atendían estos servicios (cerca de 600.000), aunque algunos centros (25 por ciento) lo aplicaban al total de sus pacientes.
Este mismo informe indicaba que, por entonces, en torno al 12 por ciento de las entregas ya se materializaban en la farmacia comunitaria de referencia del paciente. Un porcentaje que actualmente es ampliamente mayor e irá a más, dada la apuesta decidida de diversas comunidades —Cantabria, Cataluña, Andalucía, Comunidad Valenciana…— por la entrega de la medicación hospitalaria en las boticas.
Un modelo de coordinación por el que también se decanta el Ministerio de Sanidad, dado que asegura que la entrega final del medicamento esté supervisada por un profesional sanitario. Y, además, con el añadido de que en estos modelos también participa la distribución farmacéutica como encargada del transporte del medicamento del hospital a la botica.
Un estudio del Consejo General de Farmacéuticos y del COF de Cantabria respecto a la iniciativa en esta región estimó un ahorro generado en apenas dos meses (abril y mayo de 2020) de 30.205 euros, al evitar la realización de envíos por mensajería y desde la perspectiva social, para los pacientes, la iniciativa supuso un ahorro de 23.309 euros, gracias a los desplazamientos (8.907 euros) y las pérdidas de productividad evitados (14.402 euros).
Junto a potenciar esta alianza hospital-botica, otro de los aspectos a afinar en la telefarmacia del presente y futuro es la estratificación de pacientes beneficiarios de este servicio. En este sentido, el Grupo de Atención al Paciente Externo de la SEFH ya trabaja en la definición de modelos de estratificación concisos.
En definitiva, como recordaba la directora general de Farmacia de Sanidad, Patricia Lacruz, en un encuentro con profesionales de la Farmacia Hospitalaria, “la telefarmacia ha venido para quedarse”. Falta seguir concretando cómo.